El 6 de julio de 1979, Toledo, con su alcalde, Juan Ignacio de Mesa, a la cabeza, se echaba a la calle para mostrar su rechazo al trasvase Tajo Segura. Junto a aquel joven regidor, había políticos que trabajaron con la firme convicción de ofrecer un servicio público a sus vecinos. Allí estaba, entre otros, Manuel Díaz-Marta, ingeniero socialista que, ya desde el exilio, había mostrado su radical oposición a un proyecto ideado en tiempos de la República, retomado en los últimos años del franquismo y que echaba a andar en plena Transición, firmando la ruina de nuestra tierra.
«Presenciamos ahora el intento de despojar a Castilla de una parte de sus escasos recursos naturales», escribió este luchador, icono de la defensa del Tajo, cuya estela no han seguido, por desgracia, las siguientes generaciones que se dedicaron a la política en esta tierra. Para mí, la figura de Díaz-Marta va inequívocamente unida a un río limpio, a un Tajo que servía de punto de encuentro y era fuente de vida para sus gentes.
Del Tajo voy a hablar como toledana: no entiendo esas cifras que barajan a su conveniencia los responsables de las administraciones, ni los requisitos técnicos que no sirven si no para vilipendiar uno de nuestros grandes tesoros, que ha sido despreciado, tanto como los toledanos, por los sucesivos gobiernos hasta dejarlo indefenso, sucio, seco, muerto. Nos han robado una riqueza natural con absoluta desfachatez y nos han dejado sin un pedazo de nuestra historia. Porque Toledo es el Tajo. Y atentar contra el río es enfrentarse a una ciudad de raíz comunera, que vive bajo los influjos de unos políticos ansiosos por la foto, pero que, en realidad, nunca han creído ni en su tierra ni en su gente.
Harta estoy de que cada mes, el gobierno progresista del señor Sánchez y su ministra de Transición Ecológica, amén del vicepresidente para la agenda 2030, qué gracioso, el señor Iglesias, den el visto bueno a este crimen medioambiental que supone el trasvase del Tajo al Segura. Aquí no se ha hecho caso ni a Europa, ni al Supremo, ni a la ONU, seguro. La alcaldesa Tolón, amiga de Sánchez, solo se ha mojado por el Tajo para pronunciar algún que otro tópico que nadie cree a estas alturas. Page, enfrentado a tolonistas y sanchistas, tampoco ha aprovechado para hacer de la defensa del Tajo su bandera. Si se enfrenta a Moncloa con una posición firme, valiente, decidida, seremos sus cómplices.
Así pues, los ciudadanos debemos pasar a la acción. Aquí no valen reducciones del volumen del trasvase ni gaitas. Es más, si lo aplaude el señor Ximo Puig, es obvio que no es bueno para nosotros. Seamos los toledanos los que gritemos ‘Fin al trasvase’. Alto y claro. Ojalá se sumen los políticos de todas las tendencias, pero sin estorbar. Debemos ser los protagonistas de nuestro futuro, ese que quienes nos gobiernan no han sabido defender.