Los 'feministos' están desconcertados. Hundidos. Descolocados. Uno de los suyos, tal vez el de mayor repercusión mediática, ha caído presa de su propia hipocresía, arropado por la deshonra y la ignomia. Ahora sus correligionarios, muy dados al posturero, se encuentran huérfanos de discurso. Que sí, oye, que no somos machistas, pero si pillamos a "una tía buena" nos gusta que se convierta en nuestra esclava sexual. Para eso somos progresistas. Y si hay que hacer la vista gorda, incluso por parte de las féminas de la izquierda, se hace, que no podemos dejar que pasen los de la derecha, que abren la puerta a las mujeres, les ceden el asiento y pueden llegar, incluso, a lanzarles piropos. Ellos sí son agresores. Dónde va a dar la igualdad esa que hemos construido, con millones de euros de dinero público, con puntos violeta, en algunos casos convertidos en negocio, como los que explotaban la directora general y su pareja, pero que tanto sufrimiento han evitado a las víctimas de violencia. O con esas políticas que han permitido que salgan a la calle violadores antes de tiempo, no lo calculamos bien, o que han convertido a hombres en mujeres sólo porque, de un día para otro, lo sienten. ¿Cabe mayor libertad? Vamos, que con tal de que no sufran los niños, les hormonamos para que sean niñas. O niñes. Aquí hay que dejar a todos, todas y todes contentos.
Y qué decir de lo progresista que resulta insultar a la presidenta de Madrid, que debería dimitir por elegir un novio que tiene problemas con Hacienda, mientras defendemos a Begoña Gómez, que ha hecho sus contactos desde la Moncloa utilizando la posición de su marido. Eso no es tráfico de influencias, qué va. Las actividades de Begoña son una muestra de su afán de trabajar, de triunfar en la vida y de no vivir a la sombra de un macho. Que sí, que todo viene derivado del poder de su esposo, pero ella es lista y consigue su cátedra sin tener titulación. Ahí se ve la universalidad del socialismo.
También es cierto que algunos de los nuestros no han sabido comportante con ciertas mujeres. Pero les han facilitado la vida, caso de Tito Berni, Ábalos o aquellos de los ERES de Andalucía, de los que es mejor olvidarse porque para eso están los indultos.
Pues sí, queridos lectores. He intentado ponerme en la piel de quienes se definen de izquierdas y dan lecciones a las mujeres de cómo debemos pensar o comportarnos para ser auténticas feministas. Conozco a muchos de ellos, hombres y mujeres, ¡esa sororidad!, que acosan en las redes a los que disienten de sus ideas sectarias y ramplonas. También sé de alguno que se dedica a mandar mensajes lascivos a otras señoras, mientras la suya duerme. Pero son progresistas. Y los demás, fascistas. No han entendido que la violencia no entiende de ideologías, sino de personas. Así pues, que no abanderen el feminismo precisamente quienes lo ensucian.