Ana Nodal de Arce

Me la juego

Ana Nodal de Arce


Alhajas

14/11/2024

Lo confieso: quien me llama 'alhaja' me tiene ganada. Esa hermosa expresión toledana, muy típica de mi madre y de mis tías, me resulta tan entrañable, tan cercana, tan querida, que si alguien se dirige a mí con ese término ya cuenta con todo mi aprecio. Eso me pasa con Gabriel Castaño, director del Festival Cibra. Pero hay más: porque este gran hombre, además de ser toledano por los cuatro costados, despliega un talento y una capacidad organizativa que constituye una bendición en tiempos en los que el propio sistema impone el caos, la desidia y un maremágnum de abulia. Eso no nos gusta a los de esta tierra, quienes optamos por poner pasión y entusiasmo a todo lo que hacemos. Así las cosas salen bien.
Eso le ocurrió al bueno de Gabriel Castaño, quien consiguió culminar la entrega de premios del Festival del Cine y la Palabra con una gala plagada de estrellas, de actuaciones espectaculares, de artistas de primer nivel, de los mejores actores del mundo, sí, así catalogo yo a Eduard Fernández, además de elevarnos al nivel que sólo los grandes eventos cinematográficos son capaces de conseguir. Es un placer sentir que Toledo continúa siendo una ciudad de cine. El de toda la vida, en pantalla grande, el que nos permite viajar en el tiempo, en los sentimientos, en las emociones. Todo ello lo pudimos vivir en directo en el Auditorio El Greco en la hermosa noche del 9 de noviembre.
Los que pasamos nuestra adolescencia devorando películas en el cine Moderno y en el Imperio o asistiendo a las sesiones inigualables del cine de la Fábrica en esos veranos eternos y dulces; los niños que veíamos en los setenta aquellos filmes de Hollywood, siempre que no tuvieran dos rombos, que entonces había que irse a la cama, podemos darnos por contentos porque en nuestra ciudad sigue latiendo ese espíritu desbordante de sueños a los que nos invita una sala de cine.
Para Toledo, que vio desfilar por sus viejas calles a aquella Tristana de Buñuel o al sastre de 'No desearás al vecino del quinto', cuya residencia se ubicaba en nuestra plaza de Zocodover, es un honor que un equipo de artistas, técnicos, músicos, locos tal vez, se haya unido para luchar por hacer realidad lo que podría parecer, no hace tanto, una fantasía: que el Cibra fuera ganando en calidad, en expectación y en público hasta convertirse en un acontecimiento que mueve a intérpretes y a directores a trasladarse a una ciudad tan bella como la nuestra, pero a la que, no crean, a veces cuesta llegar.
En medio de la tragedia que han marcado los días de la Dana, resulta reconfortante escuchar ese aplauso para los que sufren, ese homenaje teñido de solidaridad para aquellos que un día aciago lo perdieron todo. Eso lo sentimos en el auditorio El Greco en una brillante noche toledana. Porque, a pesar de todo, la vida es bella. Alhajas.