No podemos enfrentarnos a la Naturaleza. Hay quien piensa que sí. Pero yo todavía no he visto a nadie que sepa cómo evitar la erupción de un volcán, el impacto de un tsunami, un terremoto, un huracán, o una tormenta estacionaria que se regenera durante horas y horas. Tampoco, creo, podemos encarar incendios de quinta generación. El hombre dispone, pero la Naturaleza sigue y seguirá al mando.
Cada vez que se produce una inundación, un desbordamiento, echo mano de los viejos mapas topográficos. Y de la colección de fotografías aéreas del territorio en cuestión. Todo está disponible, gratuito, y en una calidad y presentación extremas por parte del Instituto Geográfico Nacional. Contrasto la situación actual con la de los años cincuenta, comparando con las fotografías del Vuelo americano. También con las series de ortofotos desde entonces hasta ahora. Y con los mapas topográficos y las minutas, verdaderas joyas fundamentales para estudiar y analizar el territorio y su devenir. Además de cruzarlo todo con cartografía del MITECO de zonas inundables cuando está disponible.
Hemos canalizado ríos, encementado e impermeabilizado sus llanuras, los hemos constreñido y alicatado. Hemos recalificado y construido sus riberas, como si el río no fuese un ser vivo con su dinámica conocida y sufrida, más en un país mediterráneo como el nuestro. Urbanísticamente sólo ha primado el interés económico, el sacarle el mayor partido al suelo. Las infraestructuras raramente han respetado la dinámica propia de las corrientes fluviales. Analizar el crecimiento urbanístico del territorio inundado en Valencia por esta última DANA, te muestra cómo como se ha encorsetado a la Albufera con una costra de polígonos, centros comerciales, autovías, autopistas y barreras artificiales. Todo lo que se podía hacer mal, se ha hecho. Todo lo que nos puede traer el cielo, y que nos ha traído otras veces, se ha materializado. Los barrancos canalizados, las huertas antes fertilizadas por esas inundaciones rumbo a la Albufera, desaparecidas. El agua ha hecho lo que probablemente lleve haciendo siglos, milenios una cuenca endorreica drenante a la Albufera.
Sí, cambio climático, pero sobre todo desordenación urbanística de manual. Es urgente poner orden. Del de verdad. Pero nos olvidaremos hasta la próxima. Lo que ocurre es que la 'próxima' acaecerá cada vez con menor intervalo de recurrencia, hasta que sean episodios regulares impactando en un territorio profundamente inadaptado y densamente poblado. El agua reclama su territorio, tarde o temprano, cuando le viene bien saca las escrituras de propiedad. Y cada vez lo va a hacer con mayor frecuencia. Y virulencia. Por ello es básico plantear acciones de recuperación y renaturalización. Quitar presión a los ríos, torrentes, ramblas... Dejar cauces de cientos de metros de ancho que se llenan de agua una vez al año. O cada cinco. O cincuenta. Regenerar grandes humedales que sirvan de colchón. Desimpermeabilizar el suelo. Analizar cada una de las infraestructuras viarias, cada planeamiento, cada edificio habitado, o no, susceptible de acabar bajo el agua. No es una cuestión de ecologismo salvaje, ni de utopías en un país donde sí pueden recibir ese calificativo las recalificaciones y los planeamientos urbanísticos, que todos sabemos cómo se han hecho, a qué dictado. Se trata de supervivencia. Se trata de la vida de mucha gente, de dar garantías a quienes seguramente ahora no saben que viven en un territorio artificializado en extremo y profundamente comprometido.
La Naturaleza no pide permiso. Al contrario. Y no le importamos demasiado. Nada.