En esta columna, la última previa a la Semana Santa, voy a hablar del fenómeno que para muchos es el origen de todos los males: el turismo, causante de que suban los precios, de que no haya viviendas asequibles y de que muchos vecinos sufran ansiedad y desesperación porque se les impide un tranquilo paseo por las calles del Casco.
A ver, Toledo es la ciudad más bonita del mundo. Y que nadie nos diga lo contrario a los que hemos nacido aquí. Pero, seamos lógicos, nuestra capital se llena de visitantes los fines de semana, al igual que otras muchas. El afán viajero de la sociedad actual es imparable. Y reconozco que soy una de esas personas a quienes les apasiona conocer mundo, patear las calles, recorrer caminos o empaparse de la cultura y las costumbres de otros lugares. Cierto es que Toledo tiene una configuración muy particular que limita la movilidad de los peatones, sean autóctonos o forasteros, pero seamos generosos con quienes se acercan a nuestra maravillosa ciudad. Al fin y al cabo, presumimos de ser capital de la tolerancia y disfrutamos de un título al que unos cuantos apelan cuando no les gusta, por ejemplo, el trazado del AVE: somos Patrimonio de la Humanidad. Y no podemos poner puertas al campo.
Ármense, queridos lectores toledanos, de mucha paciencia esta Semana Santa, declarada de Interés Turístico Internacional, les recuerdo, y callejeen por esas vías secretas que no han sido invadidas por la muchedumbre, que suele deambular siempre por los mismos sitios. Nuestra ciudad está llena de rincones con encanto, de barrios que se pierden en la lejanía, tal cual, y quienes opten por permanecer en casa durante la Semana Santa, tal vez puedan aprovechar para descubrir alguno de nuestros parques o espacios que ni siquiera han tenido oportunidad de conocer, porque nuestro término municipal es un archipiélago sembrado de islas, comunicadas, eso sí, por transporte urbano. Hay buenas zonas de tapas más allá del Casco. Y quienes amen la naturaleza pueden darse un paseo por el entorno de Vega Baja, que ahora brilla en verde. Y ya, de paso, recuerden que tenemos un espléndido Circo Romano en el parque Escolar. O un magnífico parque de las Tres Culturas. Y unos cuantos más. No sé si estarán en las mejores condiciones, es buen momento para explorarlos, ¿o no? Hagamos de la necesidad virtud y, si queremos respirar con tranquilidad y no ser invadidos por los que vienen de fuera, disfrutemos de lo que tenemos dentro.
No dispongo de una varita mágica para adivinar qué esconde el empeño por visitar otros enclaves, el afán por salir de casa o la pasión por apurar el momento. Mi única certeza es que abrir la mente a otras culturas y admirar otras costumbres, nos lleva a valorar las nuestras. Porque lo bonito de hacer viajes no es sólo conocer, sino aprender. Y apreciar que vivir en Toledo es un privilegio.