Hay que reconocer que Page se quedó un tanto descolocado tras su apoyo incondicional a Pedro Sánchez, el enamorado ahora eufórico, y anduvo unos días callado, cabizbajo. Pero rápidamente ha recobrado el brío, enarbolando la bandera de la tauromaquia, frente a los ataques furibundos del ministro Urtasun, a quien él considera de la «gauche divine». Razón tiene. Page, digo.
En estos días, he leído que Castilla-La Mancha es la Comunidad donde se celebran más festejos taurinos a nivel nacional. Por otro lado, no hay más que ver la programación de CMM, la tele regional, para comprobar que los toros se emiten a cualquier hora y en el día de la semana que sea menester. Se supone que a nuestros mayores les gusta eso. Es más, se da por hecho que son sus espectáculos preferidos. Como la copla y las películas del Oeste. No sé si será verdad, pero forman parte de las costumbres de unos tiempos que rememoran con nostalgia.
He de confesar que no soy asidua a los eventos taurinos, pero respeto sobremanera a aquellos que conocen el secreto de una chicuelina o se emocionan con lances que bordan algunas figuras de la llamada fiesta nacional. Por no hablar del impacto económico que supone el sector de la tauromaquia. En este punto, me pueden atacar esos que están en contra del maltrato animal, pero que callan ante las deplorables condiciones en las que viven algunas personas, entre ellas los mayores. Así que bastante hago respetando sus juicios.
Eso sí, en esta sociedad tan politizada y radicalizada por esa «gauche divine», como dice Page, asimilar el gusto por los toros con la derecha no sólo es una falsedad, sino una auténtica falacia. Tan grande como afirmar que la tauromaquia nada tiene que ver con la cultura. Señores, señoras, los festejos taurinos han inspirado a García Lorca, a Hemingway, a Picasso, a Goya o a Bizet, entre otros muchos intelectuales y artistas que se han quedado prendados por ese compendio de tragedia y festejo que constituye la esencia de una espectáculo de una plasticidad que conmueve a los entendidos.
Esos aplausos que retumban en el coso, los hombros que soportan al triunfador en un tarde de gloria, están inequívocamente unidos a la tradición española. Le pese a quien le pese. No se entenderían un San Isidro sin corridas, ni unos sanfermines sin toros. Dejémonos de sandeces, que ya no damos abasto ante tanto farsante.
Si Page defiende la tauromaquia, está del lado de muchos castellano-manchegos que son amantes de estos eventos. De izquierdas y de derechas. Por mi parte, soy más de cine y de teatro y aún estoy esperando que aquellos artistas que salieron llorando a defender a Sánchez, más allá de Almodóvar a veces, nos obsequien con alguna obra de la maestría del 'Llanto por Ignacio Sánchez Mejías' de Lorca. Los de ahora, son más de alargar la mano, coger la subvención, adoctrinar a las masas y crear en función de su talento. Que no es mucho.