Desde que a los viejos se les empezó a llamar mayores, esto ha ido de mal en peor. Los que impusieron esa nueva denominación, a saber quiénes, dieron por hecho que con el cambio de terminología salvaban la dignidad de estas personas. Y es que eso de llamar viejos a los ancianos resultaba insultante. Ahí quedó todo.
No me importa ser reiterativa e, incluso, vehemente. Las del Atleti no desfallecemos ni ante las adversidades ni ante las injusticias. Y lo que está ocurriendo con nuestros mayores más desvalidos es un desprecio a sus derechos básicos, que no sólo consisten en comer, dormir y estar sentados en un pasillo.
Loa viejos no interesan. Y menos aún si son dependientes. No hay más que ver la desfachatez que exhibió la Junta para deshacerse de la residencia del Hospitalito del Rey cedérsela a una Federación de Salud Mental. Porque, seamos sinceros, mantener un centro público para mayores, con personal cualificado, es costoso. Y eso que cada uno de residentes aporta el 75% de su pensión, incluidas las pagas extraordinarias, además de abonar los gastos de peluquería y podología. Y les quedan cuatro perras, como ellos dicen, porque sus "pagas" son nimias. A buen seguro, eso no les pasará al sinfín de gerifaltes que integra la consejería de Bienestar Social, con una ristra de direcciones generales sin ton ni son. Y eso que muchos de esos altos cargos no saben cómo se conjuga el verbo trabajar. Ni el significado de la palabra empatía.
Todo es lamentable, insisto, pero lo que está ocurriendo en la residencia de Barber, en Toledo, es un auténtico atentado contra la salud pública, que sufren los mayores y los familiares. También los trabajadores, pero ellos tienen su propio comité para defenderse. Los ancianos, no. Y los familiares somos su voz. Que un colector lleve meses vertiendo aguas fecales en el patio de la residencia es indecente. Sabemos que la avería ha de ser reparada por la Junta. Señor Page, señora García Torijano, ¿a qué esperan? ¿Ustedes tendrían un reguero de vertidos en su casa sin proceder a arreglarlo al instante? Es más, les voy a recordar a ambos, de los cargos intermedios ni hablo, que la residencia de Barber lleva tres años en obras, ¿dónde están los obreros, por cierto?, y que está llena de humedades y goteras, que se sortean con mantas y barreños. Qué vergüenza.
Otro dato más: se ha cerrado el hogar anexo, al que acudían los mayores, los viejos, los ancianos, de Palomarejos, Santa Teresa y Reconquista, quienes ya no disponen de ese bar para jugar al dominó, tomarse un carajillo y departir con sus amigos de toda la vida, esos que poco a poco van faltando.
Sólo pido a los que mandan, a los que gobiernan, que a los residentes que han sobrevivido a una guerra, a una hambruna y al maldito covid, se les trate con dignidad. Y, por cierto, políticos y vecinos de Toledo, ¿ustedes permitirían el vertido de aguas fecales en el patio de un colegio o de una guardería? ¿A que no? Pues eso.