Puede que ni los norteamericanos, ni alguno más, hayamos terminado de comprender a los chinos y, por eso, nos sorprendan con su perseverancia en el "sueño chino". Pensamiento de Xi Jinping adoptado por el Partido Comunista Chino y consagrado en la Constitución de la República Popular China -junto al de Mao Zedong- con el que recuperar la grandeza perdida y hacer de China una potencia económica, militar y tecnológica de primer orden. Martin Jacques en su libro de 2009 predecía que su fortaleza alteraría el panorama político y económico del mundo, ya que a su conciencia como Estado le preceden sus cinco mil años de civilización y no se considera, de ninguna manera, un integrante más del sistema internacional.
Su sentido del tiempo y de la historia se hace evidente con la respuesta dada por Chou En lai, primer ministro, a Kissinger, mientras negociaban y preparaban la visita de Nixon en 1971, al preguntarle por su opinión sobre la Revolución Francesa. Es un evento demasiado próximo en el tiempo como para tener la perspectiva suficiente para poder valorarlo, contestó. Una China poderosa con autoridades irreductibles que no parece que vayan a ceder ante las presiones injustificadas del presidente Trump. El portavoz del Ministerio de Exteriores, Lin Jian, le ha advertido que si realmente quiere negociar soluciones debe mantener una actitud de igualdad y de respeto, por lo que, si insiste en declararle la guerra comercial, China tomará todas las medidas que sean necesarias y luchará hasta el final.
Es un momento de incertidumbre, inseguridad e inquietud que poco ayuda a prever como será el desenlace, pero no son pocos los analistas que señalan que los inversores extranjeros empiezan a dejar de ver a EE. UU como un lugar seguro donde colocar sus inversiones ante la discusión de su hegemonía económica, puesto que un considerable porcentaje de su deuda está en manos de Japón y China y el dólar va perdiendo su condición de refugio y moneda de reserva.
Con un enfoque desde la teoría critica de las relaciones internacionales, se destacaría el aspecto inestable, aparentemente caótico, y difícilmente predecible de la política internacional, ya que esta disciplina estudia al mundo como un sistema que se transforma, para asimilar e integrar los acontecimientos que provoca el ser humano. El sistema mundo es capaz de generar nuevos órdenes de funcionamiento para mantenerse, adaptando la estructura a la acción de los actores y a las dinámicas de cooperación y conflicto que surgen.
Por eso entiende que el proceso de la globalización no ha concluido todavía. Se inició hace más de cinco siglos tras los cambios sociales de la Europa occidental que marcaron el final de la Edad Media, dando paso a la Modernidad. El progreso facilitó innovaciones tecnológicas e institucionales que ayudaron a la expansión del capitalismo económico basado en el comercio, que necesitaba ampliar geográficamente el mercado. Así surgieron los Estados que trataban de imponer su hegemonía en medio de la anarquía internacional, estructurando con relaciones complejas la realidad política mundial y reemplazando ciudades Estado, reinos, principados, califatos, obispados, señoríos o regímenes feudales que, hasta entonces, habían mantenido su poder.