Hasta el propio Evangelio nos advierte de que los hijos de las tinieblas son más astutos que los hijos de la luz. Esto sería así aunque no lo hubiera dicho el mismo Jesucristo, porque es de cajón que el delincuente está siempre más preparado que su víctima. Pero está bien que lo dijera para espabilar a los inocentes.
Pero es que –esto sí es curioso- en una parábola, en el que el «hijo de las tinieblas», el trápala, vamos, estaba comprando amigos con el dinero de su señor. Al que le debía mil se lo dejaba en quinientos –ya le sacaría esa diferencia por algún sitio- y al que debía quinientos se lo dejaba en doscientos cincuenta. ¿No les suena esta maniobra? Pues más a propósito no puede venir porque es la última fechoría de Sánchez.
Con la última maniobra fraudulenta del 'doctor copia y pega' se ha garantizado los votos de Chapote y de sus cómplices: ¿Cuántos años de cárcel te quedan por cumplir? Pues pon diez minutos y ya arreglaremos cuentas…
Pero no se ha quedado ahí como ha hecho otras veces, ha dado una vuelta más a su vileza y ha hecho caer en su trampa «a los hijos de la luz» y ha intentado hacer cómplices a quienes están en las antípodas de semejante canallada. Está claro que estos hijos de la luz no han estado muy finos y que han cometido un error grave al dejarse engañar por quien saben que vive del embuste y de la cloaca y está claro que esto exige una meditación profunda. Pero no nos confundamos: quien va a sacar de la cárcel a asesinos antes de tiempo es Pedro Sánchez y sus secuaces, no quienes por ser más tiernos que el día de la madre se han dejado engañar.
En cargo de los engañados, hemos de decir que su misión les obliga a un trabajo más diligente, sobre todo sabiendo que todo lo que venga nuestro gobierno, tienen que mirarlo con lupa y microscopio, porque su trapacería es mundialmente conocida. Y como estamos hablando de una frase bíblica, deben cumplir alguna penitencia.
Pero en su descargo, para ser justos, hemos de tener en cuenta también que muchas veces la técnica legislativa es tan embrollada, quizá se hace adrede, que resulta complicado saber qué se está decidiendo. ¿Recuerdan aquel «manda huevos» que soltó don Federico Trillo tras leer el enunciado de una proposición a las Cortes que presidía? Pues a veces el embrollo es para decirlo. No obstante, quién tiene sobre sus espaldas la representación de millones de españoles, tiene la obligación de desenredar la madeja y saber de qué hablan y votan.
Sin embargo no va a ser este lamentable error el que va a poner a los etarras en calle antes de lo que debían, sino el gobierno con su amoral presidente a la cabeza. De hecho el gobierno podría volver atrás la norma que va a permitir tal ignominia y se ha negado a hacerlo. Por tanto, no confundamos lo que ha sido una lamentable anécdota con la decisión categórica de cambiar votos por presos.
No sé si la anestesia que sufrimos nos permitirá comprender la gravedad del hecho. Quienes sí lo entienden bien, son quienes han sido víctimas de esta barbarie que nuestro gobierno se empeña en obviar.