Hace unas semanas un amigo muy querido me sugería una columna sobre un día en la vida de Bárbara García Torijano. Así es él. Le contesté que sólo podía escribir ficción sobre la consejera de Bienestar Social porque su gestión en materia de mayores es inexistente, más allá de alguna foto adornada con un discurso vacío de contenido y plagado de tópicos. Pero me he equivocado: este miércoles la buena mujer ha ido a visitar la obra de una residencia de mayores. En Elche de la Sierra.
No dudo de que los abuelos de esa localidad albaceteña tengan derecho a disfrutar de esta infraestructura. E incluso admito que la señora Torijano esté capacitada para vigilar la construcción. Lo mismo tiene conocimientos de ingeniería o de arquitectura, a saber. Lo que es evidente es que tiene ojeriza a los mayores de Toledo, a quienes su departamento les hurtó el Hospitalito del Rey. Y si te he visto no me acuerdo.
Así pues, a esta señora, maestra de obras, le animo a que supervise la rehabilitación que comenzó hace años en la residencia de Barber, en Toledo. Es una sugerencia, más que nada porque la titularidad corresponde a la Junta y ella algo tiene que ver en el desaguisado que sufre un centro que, hace años, era ejemplar. Ahora se ha convertido en una residencia sumida en eternas reparaciones, con una planta cerrada, ingresos de ancianos paralizados y una dolorosa sensación de abandono que causa desvelos a residentes y familiares. Las obras se reanudan, se dan unos cuantos golpes y se paralizan.
Pero todo es susceptible de empeorar. Y, en este punto, acepto gustosa ser altavoz de las reivindicaciones de los mayores de este centro: hace unas semanas esa magnífica rehabilitación, que viene y va, acabó con una antena. Y, desde entonces, los residentes se han quedado sin una de sus escasas distracciones: la tele. Lo peor es que parece que el asunto no tiene visos de solución a corto plazo: les han comunicado que el arreglo de la dichosa antena es muy caro y que en Bienestar Social bastante tienen con pagar a la señora Torijano y a su séquito de altos cargos, que no son pocos, aunque sus funciones y sus labores sean más que cuestionables. Eso lo afirmo yo.
Aquí, en esta columna, he reivindicado durante la pandemia las visitas a nuestros seres queridos en las residencias, muchos de ellos fallecidos en absoluta soledad. Después, la mejora de las condiciones de estos centros, incluso, en el caso de Barber, el arreglo del colector que inundaba el patio de aguas fecales, convirtiendo el hogar de los mayores en una inmensa cloaca. Afortunadamente, esa reparación está a punto de acabar.
Ahora pido que a los residentes en Barber les devuelvan su derecho a ver la televisión. Señora Torijano, hágase merecedora de su sueldo, que no le exigen Netflix. Si no, váyase y llévese consigo a su ristra de altos cargos. Sinceramente, no lo pueden hacer peor.