Podemos decir que Talavera en 1924 consolida su gran momento de progreso y modernización; eso sí, arrastrando cuatro puntos negros que aún faltaría mucho tiempo para solucionar: la red de alcantarillado para las aguas sucias -sus albañales malolientes eran más famosos que la cerámica-, la traída de agua potable, la construcción de un grupo escolar digno y un mercado de abastos a la altura de la población.
El movimiento comercial era tremendo, el de al por menor numerosísimo y diverso, el de al por mayor muy potente: varios grandes almacenes surtían a media España de productos ultramarinos, a la cabeza el Almacén de Coloniales González y Morales. La industria cerámica renacida en los tallares de Juan Ruiz de Luna, Emilio Niveiro y San Antonio de Montemayor, en el que trabajaba entonces el gran pintor, injustamente olvidado, José Ferrero González.
Los bares, cafés y restaurantes a tono con el ambiente comercial: Lion D´Or en la plaza del Reloj y el Bar Regio en la calle Padilla eran los más postineros y El Metro y La Marquesina más populares y vocingleros.
Ese año de 1924 que trajo tantas cosas a Talavera, hubo dos, especialmente, que me gusta recordar por desconocidas; a los talaveranos se nos olvidan con facilidad las cosas, los casos y las personas que los protagonizan:
Una, que el Gobierno de la nación crea en Talavera en 1924 una estación de industrias rurales, «Estación de Industrias de Talavera de la Reina», lo que venía a ser una especie de granja escuela de la época, para implantar industrias conserveras y de destilería para el desarrollo de las industrias vinculadas al sector agrario y ganadero (eso que ahora llamaríamos «Vivero de Empresas»). Era de las más importantes del país. Contaba con un director, un ingeniero agrario, dos ayudantes técnicos especialistas en la materia, un maestro mecánico, un maestro conservero, un mozo de laboratorio y un capataz destilador. Y se dotó con 10.000 pesetas anuales para el pago de los gastos de los alumnos pensionados. Fue una gran oportunidad perdida, como tantas otras, no se supo ver su potencial y nosotros mismos nos la cargamos, siempre cortoplacistas cuando miramos el futuro.
Otra, la apertura de uno de los talleres de automóviles, tractores y maquinaria agrícola más modernos del país: el «Garaje Internacional José Joaquín Ferreira», en la calle José Luis Gallo, enfrente del Puente de Hierro. En unas amplias naves instala los talleres con la más moderna maquinaria y herramienta, con mecánicos especializado, jaulas independientes (hoy decimos boxes), atención permanente para reparación de urgencias, las 24 horas de los 365 días, unas oficinas modernas y, además, el primer gran almacén de repuestos de Talavera.