Ángel Monterrubio

Tente Nublao

Ángel Monterrubio


Alonso de Oropesa

23/10/2024

Uno de los hombres con mayor e interesante protagonismo en el convulso siglo XV castellano es Alonso de Oropesa. Nació en Oropesa o uno de los pueblos de su Campana a principios del siglo XV. En la Universidad de Salamanca se forma en Artes y Teología de la que posteriormente sería profesor. Ya talludo, toma los hábitos jerónimos en el Monasterio de Guadalupe, de allí pasa, en torno a 1450, al Monasterio de Santa Catalina de Talavera donde pronto será elegido prior. Su fama como elocuente predicador, teólogo y hombre cabal se acrecienta en todo el reino lo que le lleva a ser padre general de los jerónimos, inquisidor del Arzobispado de Toledo, a propuesta del arzobispo Alonso Carrillo y llamado a la Corte por Enrique IV de Castilla como consejero de confianza, cargos que desempeñaría sin oposición hasta su muerte en 1468.
El medievalista Tarsicio de Azcona destaca el papel de Alonso de Oropesa en la 'Sentencia de Medina del Campo' (1464- 1465), en la que el rey Enrique IV encomendó a una comisión paritaria revisar los problemas del reino y darle solución. A los nobles 'revolucionarios' los representaban Juan Pacheco, marqués de Villena y Alonso de Zúñiga, conde de Plasencia; al rey Pedro de Velasco y Gonzalo Saavedra y como árbitro de diferencias Alonso de Oropesa (al que el rey «otorgó todo mi poder cumplido»). La concordia resultante fue esencial para la futura reina Isabel, la Católica, porque la convirtió en un personaje principal del reino y reconocía en la línea de sucesión de la Corona.
 Su obra más importante es «Lumen ad revelationem gentium et gloria plebis Dei Israel: de unitate fidei et de concordi et pacifica aequalitate fidelium». En ella hace una cerrada defensa de la unidad de los cristianos viejos y conversos adelantándose a las tesis de Erasmo de Roterdam, que escribe, por encargo del rey, tras la feroz campaña que los franciscanos habían iniciado contra «los males y daños que se originaban a la Santa Fe Católica y a las buenas costumbres por la mezcla de los infieles contra los cristianos», afirmando que «había grande herejía de judaizantes» en el reino. A la cabeza fray Fernando de la Plaza con encendidos sermones por toda Castilla en los que incluso aseguraba que «él tenía prepucios de hijos de cristianos que habían retajado a sus hijos» circuncidándolos. El propio rey Enrique IV dijo que aquello de los retajados era un grave insulto contra la Fe Católica y que había que castigarlo y que, por tanto, fray Fernando de la Plaza «trajese luego los prepucios» y comenzara la investigación. Los prepucios no aparecieron, alegó que se lo habían atestiguado personas de autoridad y que no podía decir los nombre. Vamos, que mentía. Alonso de Oropesa predicó y mandó cartas con mucho tino deshaciendo los bulos y rebajando la tensión.