San Clemente, en Cuenca, es la capital de la altiplanicie de la Mancha Alta, comarca interprovincial con pueblos de Toledo, Ciudad Real, Cuenca y Albacete, también conocida como la Mancha de Aragón o de Montearagón. En las Relaciones de Felipe II leemos que «el primer fundador se llamaba Clemente Pérez de Rus, natural de un lugar y castillo a una legua de la villa». A San Clemente también le llamaban «la Pequeña Corte Manchega», remoquete que le viene, según el escritor Torres Mena, por el esplendor que alcanzó la localidad entre mediados del siglo XV y principios del XVI cuando la zona se repuebla y experimenta un gran desarrollo agrícola atrayendo a multitud de gentes, entre ellos nobles e hidalgos que «fijan su asiento en San Clemente» y construyen grandes casas que aún podemos admirar. Parte de ese éxito se le debe a don Juan Pacheco, Maestre de la Orden de Santiago y primer Marqués de Villena, señor de San Clemente que, en 1445, le consigue el título de villa que le reconocieron tanto Juan II de Aragón y Navarra y Enrique IV de Castilla.
San Clemente dispone de un amplísimo patrimonio histórico, declarado Conjunto Histórico-Artístico, que merece visitar detenidamente y, dentro de él, un monumento especial: la Casa Consistorial?. El gran arquitecto de Alcaraz, Andrés de Vandelvira, fue su tracista y Domingo Zaldivi dirigió la obra; «un muy costoso edificio» dicen las Relaciones y, sin duda, uno de los más bellos edificios de toda España, solo por contemplarlo un rato merece la pena visita.
Al igual que los restos, interesantísimos, del antiguo aeródromo que durante la Guerra Civil Española construyó el Gobierno en San Clemente, fue, sobre todo, la base de la Tercera Escuadrilla del grupo XXII de bombarderos Tupolev SB-2, los «katiuska» y de algunos cazas biplanos rusos Polikarpov I-15, los «chatos».
En la comida, me cuentan las historias del héroe legendario local de la Guerra de la Independencia, Bibiano Hellín, al que por su valor y arrojo y aventuras don Benito Pérez Galdós cita con admiración en los Episodios Nacionales y al que nada menos que Juan Martín, el Empecinado, por sus méritos de campaña nombró teniente del regimiento de Cazadores de Madrid. Hecho prisionero dos veces, Tudela y Valencia, escapó de sus prisiones con milagrosas peripecias. Terminada la guerra, en 1831, conspiraría contra Fernando VII y fue encarcelado en Alcázar de San Juan y luego confinado aquí, en su pueblo.