He pasado un par de días en Sevilla para asistir a la presentación de los resultados del soberbio proyecto eHorse del LifeWatch ERIC. Con un ejemplo concreto, el caballo, se expusieron las posibilidades que ofrece la tecnología digital para abordar el conocimiento- mediante su revisión actual y prospectiva- de la biodiversidad en todas sus dimensiones, incluyendo el conocimiento experto y la digitalización de las tradiciones orales. Gracias a ello se ha podido verificar, entre otras muchas cosas, que los relatos e historias transmitidas de generación en generación por la nación Comanche de las Grandes Llanuras y las Rocosas norteamericanas coinciden con los restos arqueológicos encontrados. Con ello se confirma que estos pueblos nativos adoptaron los caballos, procedentes de los asentamientos españoles del actual México, desde la primera mitad del siglo XVII y, por tanto, antes de su larga migración a las llanuras y mucho antes de que después llegaran hasta allí los europeos, lo que hasta ahora se daba por hecho. Tradición oral para descabalgar a los mitos y generar conocimiento útil.
ERIC es un consorcio de infraestructuras europeas de investigación, creado por la Comisión Europea en 2017, que procura e-ciencia a los científicos que investigan sobre biodiversidad y ecosistemas, abordando las limitaciones que dificultan la imperiosa necesidad de trabajar con mucha información cada vez más diversa, modelos más avanzados y datos abiertos en nubes científicas, con el fin de convertirse en un soporte científico para la comunidad europea e internacional. En Sevilla, está la Oficina técnica de las infraestructuras TIC del ERIC y en Sevilla se encuentra, bajo el patronato del MITECO, la sede de la Fundación Biodiversidad, donde nos reunimos en una sala, parte de la muralla del Alcázar, dominada por una puerta taifa del siglo XI que, con la imperturbabilidad que dan los años, nos escuchaba.
De hecho, la sede es parte del Bien de Interés Cultural Real Alcázar y se accede por el Patio de Banderas con su maravilloso jardín de naranjos. Allí la borrasca Herminia se entretuvo de lo lindo y, puesto que ya era tiempo de naranjas, ayudo resuelta a su cosecha, dejando el suelo cubierto de olorosos y resbaladizos frutos. Según el Ayuntamiento hispalense, en la ciudad hay plantados más 50.000 naranjos y se recogen más de cinco millones de kilos de naranjas. Aunque entre los mitos que circulan, el más común es que se utilizan para la elaboración de la apreciada mermelada de naranja amarga, lo cierto es que se destinan a la fabricación de compost o a la alimentación de ganado, pues dada su calidad, sobre todo por la contaminación a la que están expuestas, no está permitido su uso alimentario.
Estos árboles, diferentes al naranjo dulce comestible, se popularizaron como planta ornamental no solo por su belleza, sino por su resistencia al necesitar menos cuidados -riego, fertilización, tratamientos, etc.- que los frutales comestibles. No debe saberlo la Guerrilla Grafters de San Francisco (EE. UU.) que burla la prohibición, injertando árboles ornamentales, para, según proclaman, proveer de fruta gratis a los vecinos. Algo así como yo he tenido una gran idea, ahora ocúpate tú de que funcione.