«El cerro más perfecto del mundo», en la opinión de don José Ortega y Gasset, está en Jadraque. No le voy a llevar yo la contraria. Y en lo alto de ese cerro está el castillo que llaman del Cid. Dicen que la atalaya árabe que aquí había fue conquistada en el año 1085 por Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, pero la verdad es que no; su nombre se debe a que en él vivió el primer conde del Cid, Rodrigo Díaz de Vivar y Mendoza, hijo primogénito del Cardenal Mendoza.
Solo por ver el cuadro de Francisco Zurbarán que cuelga en la iglesia parroquial merece la pena el paseo y aguantar la aguanieve. Una rareza en la temática del genio de Fuente de Cantos: un Cristo flagelado recogiendo su túnica que transmite una melancolía casi dolorosa. Una verdadera pasada.
Pero en realidad, he venido a visitar la casa-palacio de la familia Arias de Saavedra, en la que residió Gaspar Melchor de Jovellanos durante el verano de 1808. Volvía del duro destierro de Palma de Mallorca, viejo, enfermo y desanimado, no era para menos, y para a recuperarse en casa de su querido amigo Arias de Saavedra. Escribe Jovellanos, humilde, en su "Diario de viaje desde Bellver a Jadraque" que en el trayecto conoció "cuánto había debido mi nombre a mis pasados infortunios", porque las gentes de los pueblos del camino salían en masa a demostrarle respeto, cariño y admiración de héroe. Lo que era.
Ya asentado en Jadraque, Napoleón no para de escribirle para convencerlo de que se una a su causa y apoye y colabore con el gobierno de su hermano José I. Jovellanos se niega en redondo. Napoleón respeta su decisión y le deja en paz.
Jovellanos estaba acompañado de su secretario Manuel Martínez Marina, buen pintor y de su mayordomo Domingo García de la Fuente. Martínez Marina comienza a pintar al fresco las paredes de una estancia que hoy se conoce como 'Saleta de Jovellanos', en ellas y a través de grandes murales recuerda pasajes de la vida del gran pensador asturiano. Cuentan que incluso el propio don Gaspar hizo en algunas partes sus pinitos con los pinceles y que su amigo Goya, al visitarlo de camino a Francia, realizó también algunos dibujos, concretamente, la cabeza del pescador de la Bahía de Puerto Pi, una niña jugando con un caballito de madera y un niño con una cometa y un perro que bien pueden tener su estilo.