He estado unos días por trabajo en Gran Canaria y he sentido envidia al comprobar que canarios de todas las edades siguen utilizando la palabra «guagua» para referirse a sus autobuses, herencia de quienes emigraron a Cuba y volvieron portando esa palabra en su equipaje.
Por el contrario, en Toledo se ha ido perdiendo paulatinamente la bonita costumbre de llamar «katanga» al autobús urbano y resulta raro escuchar a alguien utilizar esa expresión. Las razones no las conozco, pero me atrevo a aventurar que una ciudad con núcleos urbanos tan dispersos y en la que su Casco histórico (su corazón, su memoria) pierde su esencia de barrio, el sentimiento de comunidad va desapareciendo y la pérdida de sus peculiaridades es una consecuencia de ello.
Sobre el origen de la palabra no ahondaré, pues hay mucho escrito. No hace mucho, Eduardo Sánchez Butragueño hizo en su blog Toledo Olvidado una acertada reivindicación para recuperar su uso.
Arriesgándome a que me tilde usted de romántico o de hacer chovinismo toledano, me sumo a esa reivindicación del «katanga».
Las expresiones típicas de un lugar forman parte de su patrimonio inmaterial, principalmente cuando son denominaciones nacidas del gracejo popular, como es el caso, y que en absoluto poseen afán ofensivo o excluyente, sino que generan vínculos entre vecinos y despiertan la simpatía del visitante, como ocurre con «pasar una noche toledana», expresión conocida en toda España.
Creo que sería un acierto explotar, en el buen sentido de la palabra, esta y cualquier otra peculiaridad que tenga Toledo, ya que puede servir para crear autoestima y sentimiento de pertenencia que, pienso, se está perdiendo y es algo necesario en toda ciudad.
Empecemos por recuperar la expresión «katanga» en vehículos, marquesinas, página web municipal e, incluso, documentación administrativa.
Podemos estar al corriente de los tiempos teniendo «katangas eléctricos» o «katangas de gas natural», pero sería un error que, por querer ser modernos, perdamos nuestras simpáticas peculiaridades.
Por mi parte, la palabra «autobús» ha desaparecido en Toledo y ahora solo hablaré de coger (o perder) el «katanga».