Mañana es Viernes de Dolores y comienza la Semana Santa de Toledo, que transcurre íntegramente en el Casco histórico, y me parece bien. Yo suelo acudir, si estoy por aquí, a ver procesiones.
Lo cierto es que carezco de devoción, pero me resultan de una gran belleza, no tanto por las tallas en sí, sino por el contexto que genera el conjunto de pasos y cofrades en calles y plazas del Casco. Y además, porque forman parte del patrimonio cultural, de una tradición colectiva y de mi memoria individual, lo que me lleva, a veces, a la emoción.
Como todos los años, me tocará leer o escuchar a algún que otro vecino intramuros quejarse de las procesiones. Cortes de calles, turistas, tambores… Supongo que piensan que criticar la Semana Santa les convierte en progresistas por obra de algún milagro laico.
Son los mismos que luego acuden a manifestaciones de todo corte y reivindicación (y batucada), conciertos de música en la calle o carreras populares. Eventos todos ellos que generan las mismas molestias que una procesión.
Podrá decir usted que al que no le gusten que no vaya, pero es que los vecinos de dentro de la muralla no vamos a procesiones, manifestaciones y carreras. Son ellas las que vienen a nosotros y, precisamente, esa es una de las cosas que más me gusta de vivir en el Casco, que tengo a un paso de casa los mejores eventos de la ciudad.
Como le decía, tengo la fe un tanto averiada, pero la tolerancia la tengo en plena forma y me ofende, sin ser católico, que alguien arremeta contra las procesiones de Semana Santa, como me ofende, sin ser mujer, que alguien arremeta contra el 8M, y como me ofende, sin ser homosexual, que alguien arremeta contra la manifestación del orgullo LGTBI, a la cual, por cierto, también suelo acudir.
Libertad y respeto. Ese es mi credo. Libertad para manifestarse o para procesionar. Y respeto para quienes se manifiestan o procesionan.
Disfrute usted de estos días como quiera y respete que otros los disfruten como les salga del capirote.