La integración comercial de nuestras cooperativas agroalimentarias sigue siendo un reto, una necesidad, y un auténtico desafío para una parte de los socios más conservadores y tradicionales, siempre en una posición más rígida frente al riesgo con respecto a la base social que empuja y busca salir de la zona de confort.
Los amagos de fusión de grandes empresas vitivinícolas de la región hace años que naufragaron finalmente por el temor de algunos presidentes a perder el control, siempre representó la aspiración máxima de la administración autonómica para romper esa barrera psicológica de que lo mío es mejor que lo del vecino, y poder hacer frente a un mercado cada vez más agresivo, tremendamente competitivo que sigue fagocitando al más pequeño.
Puede que ninguna fórmula sea mejor que otra, pero el abanico de posibilidades que ofrece la misma legislación que regula el funcionamiento de las empresas de nuestros agricultores y ganaderos es amplio, y sobre todo, los ejemplos en otras regiones, o sobretodo en Europa, más que representativos.
Curioso que con la que está cayendo ahora con la bajada de los precios de la leche, no haya cooperativas en la región que una a los productores de ovino, o que resultara infructuoso, otra vez por el enrocamiento personal de algunos de sus promotores, de levantar o rescatar la ya desaparecida Unión de Productores de Caprino (UNIPROCA), modelo de referencia nacional durante años, para caer finalmente en manos de inversores chinos que buscan en la leche en polvo, a través de la torre de secado que se instaló en su sede de Talavera de la Reina, y exprimir el futuro comercial en este segmento que otros intentaron antes.
El grupo aceitero cooperativo Montes Norte de Malagón (Ciudad Real), acaba de firmar su integración comercial con la cooperativa andaluza Dcoop que ya extendió sus ramificaciones hace una década en Castilla -La Mancha al fusionar la alcazareña vitivinícola BACO en sus estructuras para crear una sección de vino. Desde entonces han sido muchos los tanteos en este y otros sectores teniendo en cuenta que esta empresa opera también con almendra, pistacho o leche.
Con esa rúbrica, la almazara ciudadrealeña -que estos años también ha integrado a otras pequeñas cooperativas aceiteras de la provincia- pasa a ser socia de pleno derecho, después de campañas de relaciones colaborativas que nunca fueron fáciles y que en alguna cosecha no acabaron fraguando de la mejor manera. El tiempo, o las circunstancias -posiblemente- obligan ahora a dar este paso.
En paralelo, alguna otra empresa de la región vecina, explora en nuestro territorio cómo ramificar su operativa para garantizarse grandes volúmenes de aceituna en la segunda comunidad autónoma más importante después de Andalucía.
En almendra, y más en pistacho, quizás por convencimiento, o por la necesidad de aprovechar las instalaciones y las sinergias que brindan las plantaciones nuevas, hay un movimiento de integración comercial para crear estructuras de segundo grado que permitan valorizar las inversiones para manipular, secar y procesar cada recolección.
Quizás por la experiencia que sigue marcando el devenir de los sectores más tradicionales, o sabiendo