Cuando pase la Nochebuena y la Navidad, incluso la noche de Reyes, el sector quesero de la región volverá a su compleja realidad: al menos, la que han descrito estos días desde el Patronato de la Fundación del consejo regulador del manchego, donde se han encendido las alarmas por el 'atasco' de producto que las industrias dicen tener en las cámaras de maduración.
En la reunión celebrada el pasado miércoles en la sede que tienen en Valdepeñas, las caras de todos eran claramente de preocupación mientras el propio consejero de Agricultura, notario del acto, apuntó cada dato, cada suspiro, cada reproche y cada lamento.
Porque, sin rehuir el problema, resulta cuanto menos contradictorio que hace tan solo un año faltasen hasta 8 millones de litros de leche de oveja para atender la demanda, mientras la viruela azotaba a las explotaciones y se llevaba silenciosamente por delante la mejor genética trabajada con AGRAMA, la asociación de raza manchega, y que hoy se alegue que puedan sobrar muchos más, cuando las propias ganaderías arrasadas por el virus apenas han tenido tiempo de reponer corderas. Algo no cuadra, es evidente, pese al precio si este hubiera sido el problema.
En este sentido, tampoco resulta nuevo el argumento de la fuerte competencia que han introducido los quesos de mezcla en los meses más inflacionistas por la crisis y la guerra, cuando la cesta de la compra se disparó, mientras la leche de oveja manchega rebasaba los dos euros por hectogrado levantando el kilo por pieza hasta los casi 20 euros. Algo insólito en la serie más reciente de la estadística, más acostumbrada a reflejar curvas a la inversa como ocurrió hace años cuando ya plantearon desde el Consejo contingentar la leche que se entregara para hacer piezas con denominación de origen. Se llegó a votar la iniciativa en un tipo de referéndum, y no salió.
Y en ese punto parecen estar las conversaciones ahora, a pesar de que una parte del patronato también cree que antes de dar un paso al frente, quizás sería interesante inventariar ese atasco, con todas las medidas de confidencialidad posibles para que nadie aproveche la ventaja de una información tan valiosa y sensible. No parece, sin embargo, que tenga visos de prosperar la idea, ni siquiera la posible descalificación de quesos casi terminados si la administración tuviera algún tipo de ayudas para amortiguar el golpe, como también ha pensado alguna parte.
Lo que está claro es que el sector ganadero manchego necesita de un plan en el que todos se involucren por igual. Ni la industria quesera sería lo que es hoy sin sus productores, proveedores de la mejor leche, guardianes de la pureza de los rebaños y de nuestros montes y pastizales, ni estos serían nada sin esa red de comercializadores, de pequeñas y grandes queserías, artesanos y empresas exportadoras.
La consejería de Agricultura de Castilla -La Mancha también tiene la obligación de velar por la supervivencia de una denominación que es estandarte de lo mejor del origen, con más de 40 años de historia, y algo tan exclusivo por ser único e inimitable, por mucho que los usurpadores de marca lo intenten en otras plazas internacionales como en México donde esta fundación ha trabajado tanto, o incluso más cerca hasta que la justicia europea prohibiera el uso de menciones o iconografías que evocasen 'lo manchego'.
Así pues, si este queso no encuentra un margen coherente en el que todos ganen su parte, la viabilidad estará en entredicho sabiendo que el futuro ya está seriamente amenazado por la falta de relevo generacional. A medio plazo, el proteccionismo también podría complicar las cosas en mercados como el norteamericano.
Hasta ahora, la Fundación ha logrado afianzar y prestigiar la imagen de un producto selecto, pero debajo de ese paraguas, todos tienen la responsabilidad de hacerla valer en un rango en el que el consumidor no tenga excusas.
Pese al libre mercado en el que se mueve, y a la ley de la oferta y la demanda, quizás convenga huir de los dientes de sierra, así como de las bajadas 'injustificadas' que aparecen estos días en las ofertas de renovación de los contratos. Se trata de encontrar una horquilla en la que el mercado asuma que la calidad tiene un precio y que, con perdón de los que no gusten, sin queso, -por todo lo que también representa esta ganadería social y medioambietalmente-, no hay paraíso.