Miguel Ángel Collado

Alma Mater

Miguel Ángel Collado


Felicitaciones automatizadas

15/01/2024

Todos hemos recibido en Navidades cientos de felicitaciones a través de las redes de mensajería instantánea, son deseos de buen año expresados mediante un texto tipo, generalmente acompañado de una imagen también estándar, que se envían simultáneamente a decenas y decenas de contactos, sean familiares, amigos, clientes, conocidos…
Desde muchos puntos de vista: esfuerzo personal, precio, empleo de tiempo, no parecen costar nada. Basta con teclear en el móvil el listado de contactos en WhatsApp, telegram, sms, etc. para que llegue inmediatamente a cientos de personas el mismo mensaje con la misma declaración de afecto y aprecio sea el destinatario el mejor amigo del remitente o sea el último proveedor del empresario que felicita. Y llega a tal punto el automatismo del sistema que, incluso, una vez contestada la felicitación agradeciéndola e intercambiando los buenos deseos para el año nuevo con el remitente, este mecánicamente vuelve a enviar la primera felicitación al detectar la aplicación que se ha interactuado.
Al respecto, sucede lo que describe en su última novela Alessandro Baricco. Este es un reputado escritor italiano que, ocho años después de su última novela 'La Esposa joven', acaba de publicar una breve obra, todavía no traducida al español, de título 'Abel', a la que él mismo califica como western metafísico. «Siento una vibración, entonces disparo. Qué sé yo, como una vibración. Saco y disparo. Un pequeño temblor del mundo, eso es todo. Dura menos de un instante», escribe el autor en el inicio del libro.
Aún más, el felicitador compulsivo aspira a realiza el golpe que convirtió en leyenda a Abel, el disparo llamado 'el místico' con el que puso fin a un robo y que consiste en disparar simultáneamente a dos objetivos distintos, no mirando a ninguno de ellos sino poniendo la mirada en un punto ciego en el medio de los dos blancos. Querer hacer un 'místico' elevado a la enésima potencia con este modo de felicitar que se ha generalizado estos últimos años puede llevar a cometer graves errores pues, como el mensaje es un texto tipo, en ocasiones aquél que es rápido en desenfundar el móvil sin centrarse en cada destinatario en concreto y sentir la vibración que le impulsa a disparar la felicitación, puede fallar en varios  de los blancos porque no ve que desea lo mejor no solamente a quien va dirigida sino también para la familia del felicitado que, en algunos casos, resulta ser una persona solitaria y sin familiares.
Hacer estos augurios «dura menos de un instante». Esta es la clave. Una demostración de afecto, de amistad no puede realizarse en un instante. ¿Qué menos que personalizar el mensaje?, pues al escribir el nombre del amigo al menos hemos pensado en él, le hemos recordado, en vez de que quien lo recuerde sea la aplicación que guarda el listado de contactos. La clave debería ser, entonces, otra. Que quien felicita el año no lo haga de un modo compulsivo, automático; que cuando finalice de enviar las felicitaciones pueda pensar como el Abel de Baricco tras mirar sus manos, las cuales en el pasado eran de marfil como la de todos los pistoleros, que ahora «están llenas de sol y arrugadas por el trabajo». En definitiva, que el que ha terminado de remitir los mensajes de buenos deseos a familiares y amigos pueda decir, parafraseando al protagonista de esa novela, me gustan las felicitaciones, son mías, son personales.

ARCHIVADO EN: Novela, Empleo, Telegram, Navidad