El protocolo comercial firmado esta semana en China por el ministro de Agricultura, Luis Planas, y la ministra de este país de la Administración General de Aduana para ampliar el catálogo de productos exportables de carne porcina, representa la mejor prueba de que hablando se entiende la gente.
A nadie se le escapa, sin embargo, la influencia que ha tenido el irrespirable clima de guerra comercial abierta por Donald Trump contra todo el mundo, aunque enquistada ahora contra el gigante asiático, lo que estaría favoreciendo una nueva coyuntura para avanzar en las relaciones bilaterales con la república popular que hace casi un año abrió una investigación antidumping contra la industria cárnica porcina europea, también la del sector lácteo o la del brandy.
En este sentido, el viaje oficial del presidente del Gobierno no ha podido ser más oportuno para suavizar las cosas, teniendo en cuenta que España es el principal productor de carne de cerdo que exporta 540.000 toneladas (1.097 millones de euros), más allá de que se hayan firmado otros acuerdos para la cereza, o en Vietnam, en materia fitosanitaria y de seguridad alimentaria. Desde 2018 se han suscrito un total de 10 que han impulsado los envíos, y que siguen generando grandes expectativas por ejemplo ahora para la almendra.
La interprofesional del cerdo de capa blanca, INTERPORC, ha celebrado la rúbrica porque permitirá exportar estómagos que -subraya- son muy valorados por el consumidor chino, así como aumentar las ventas de otros productos de alto valor añadido como los jamones curados. Aunque en su comunicado, con lógica prudencia seguramente por aquello de no presionar, obvia lo más importante, ni una sola mención, que es lo que podría significar para la resolución de los expedientes iniciados en julio por las autoridades chinas de comercio nada más entrar en vigor los aranceles europeos al coche eléctrico; años atrás hicieron lo propio cuando se grabó el aluminio.
Justo cuando que el sector trabaja por crecer (los aranceles chinos a Estados Unidos abren otra oportunidad), o de momento mantener la cuota adquirida durante la crisis de la peste porcina africana en China, ya que las investigaciones supusieron un frenazo y una razón de enorme preocupación por la imprevisible conclusión de dicho proceso. Por eso, desde ese día se ha aportado toda la documentación requerida en aras de mostrar colaboración máxima y transparencia.
Pero es evidente que el gesto no es mala señal, a pesar de que la Comisión Europea sea la responsable de resolver este asunto.
De hecho, Úrsula von der Leyen inicia ahora un viaje a China, y aunque el escenario es más complejo porque cada paso que dé con Xi Jinping será analizado de manera milimétrica por Donald Trump, debería aprovechar la distensión para no dejar pasar más tiempo ahora que se baraja la posibilidad de suspender los aranceles al coche chino, y negociar un precio mínimo para esas importaciones como solución.
Quizás el sector agrario reciba este lunes más información de primera mano en la reunión convocada por el ministro Planas, recién llegado de esta gira.