Carlos Calzada

Carlos Calzada


Fútbol y sociedad

04/04/2025

Esta temporada, quizás en muchas ligas y grupos, pero en especial en nuestro tan amado como odiado Grupo 18 de la Tercera Federación, estamos viendo algo distinto. Y es la  falta de consistencia en la parte alta de la tabla, que hace que la lucha por el campeonato sea más impredecible que nunca.
Equipos que comienzan fuertes y luego se desploman, otros que renacen cuando parecían condenados, clubes históricos incapaces de encadenar una racha de victorias... La irregularidad se ha convertido en la norma. 
Y dando vueltas, como siempre, en mi cabeza, trato de analizar si este es un fenómeno que sigue un patrón global. ¿Por qué ocurre esto?
Desde el punto de vista futbolístico, las razones pueden ser muchas: un calendario sobrecargado o demasiado largo, cambios en las reglas del juego que favorecen la igualdad, la creciente competitividad de los equipos modestos o la presión que impide a algunos clubes mantener su dominio año tras año. Pero, si ampliamos un poco la mirada, quizás encontremos una conexión con el mundo que nos rodea.
Vivimos en tiempos de incertidumbre. La pandemia, los conflictos internacionales, la crisis económica y la inestabilidad política han creado un escenario donde nada parece seguro. La sociedad ya no avanza con la seguridad de antes; todo cambia a una velocidad que da vértigo y lo que hoy es válido, mañana puede ya no serlo. En este contexto, la irregularidad que vemos en el fútbol podría ser solo un reflejo de una era marcada por la inestabilidad.
Los equipos, como casi todas las entidades, se ven obligados a adaptarse constantemente a las circunstancias imprevisibles que les rodean. La planificación a largo plazo es cada vez más difícil, y las certezas que antes garantizaban o te acercaban el éxito parecen desmoronarse. El fútbol, que siempre ha sido un espejo de la sociedad, nos muestra que incluso los más grandes pueden tambalearse, que el dominio continuado es un lujo y que el equilibrio puede ser muy efímero.
Quizás, esta nueva dinámica no sea solo un problema, sino también una oportunidad. En la incertidumbre también hay emoción, sorpresa y esperanza. La igualdad competitiva puede devolver al fútbol esa magia que a veces se pierde cuando unos pocos equipos lo ganan todo. Tal vez, en este caos, el fútbol esté encontrando una nueva forma de ser apasionante (aunque nos haga sufrir un poco más de la cuenta).
Al fin y al cabo, en tiempos de irregularidad, lo único seguro es que nada es seguro. Y esta máxima, en el fútbol y en la vida, puede ser la mejor motivación para seguir adelante.