Miguel Ángel Sánchez

Querencias

Miguel Ángel Sánchez


Entre el Niobrara y el Cubilar

15/11/2024

Un verso de Cernuda: Como pastores nómadas, cuando hiere la espada del invierno… Pero el invierno sólo ha sido un espejismo. La ruta del norte abierta. Y pasan grullas someras a ras del caballete de mi casa. Las saludo y sonrío. En la limahoya espera el colirrojo tizón. Atardece y bajan cansadas, a ras de las encinas y bajo las nubes apelotonadas contra la sierra de San Vicente. Días de leer. Y dibujar. Proyectar. Entre el Niobrara en la raya de Nebraska con los territorios de Dakota, y el Cubilar de la Jara. Es curioso cómo al final todo confluye. Y fluye. Los milanos reales milanean las autovías con cadencia de otoño suave. Un día miras y ahí están, como el elanio de ojos de rubí detenido en su cielo espejo gris de la tarde. Un verso de Miguel Ángel Curiel: Si quieres ser un pájaro se-lo. Nos vemos después de mucho tiempo en el aniversario de elDiario.es. Nos damos un abrazo en el exilio del Teatro de Rojas toledano. Le digo que vi y compré su nuevo poemario, El viajero de las edades, en la Casa del libro de la Gran Vía. Me alegré. Un poema que no sale es una bendición, M.A.C. Leo de madrugada a Frederic Eden, Un jardín en Venecia. Y antes los territorios de Jim Harrison a orillas del Niobrara, aún lejos del Misuri. Leo La arquitectura de los jardines, de Fariello, y recuerdo los jardines vividos mientras contemplo el mío, salvaje de enebros, encinas, pinos piñoneros y azores que cruzan furtivos de anochecida. Un jardín nunca se hace en un año; de hecho, nunca se hace en un sentido definitivo. Eden. Estudio la biblioteca circular de Montaigne y el griego de sus vigas. Miro al cielo, a los tres cipreses tras la ventana, a la selva de adelfas, cobija de petirrojos y mirlos. Los madroños campanean blancos, nevados de una savia que el viento arranca y lanza contra los charcos y el asfalto sucio de irisaciones y fachadas desordenadas. Mido las tres medias astas de ladrillo macizo de Manuel de las Casas en su proyecto de la avenida de Extremadura, de aquí, de Talavera. Con la planta es suficiente. La planta es la huella dactilar de un edificio. Anochece y los coches pasan rápidos por la autovía, látigo de faros y luces de frenos incandescentes como tizones que aguardan en mi chimenea. Recojo plumas para el Tratado y el Cuaderno de campo. Plumas irisadas de urraca, azules y verdes fugaces. Escondedizos. Plumas de grullas que caen leves como si trajesen nieve del Báltico sobre sus alas. Pateo la Jara, acaricio los troncos de olivos, estudio las piedras, las cuarcitas y las pizarras. Todo es nuevo. El Cubilar camino del Huso. Las puertas del paraíso: la sierra de Altamira a mi espalda. Noviembre discurre entre el Niobrara y el Cubilar. En carreteras suicidas y noches mínimas. C?rt?rescu: recuerdo tus iris multicolores y utópicos. Pero se hace de noche y esperan escaparates y libros arrojados a la basura en bolsas negras, sin consuelo de estrellas.