Carlos Martín-Fuertes

Desde el Tajo

Carlos Martín-Fuertes


Bocazas compulsivo

08/04/2025

El rey Juan Carlos I se ha querellado con el expresidente de Cantabria Miguel Ángel Revilla por sufrir calumnias y difamaciones contra él. Y me parece normal y lógico. En este país hay demasiadas personas que entienden que la libertad de expresión lo admite todo y, por supuesto, no es eso ni mucho menos. Como todo, la libertad de expresión debe tener un límite. Y entre esos límites o líneas rojas debe figurar el respeto, la veracidad y la de no herir y sacar la lengua a paseo o ponerse medallas de modernismo. Cuando nos saltamos esto, estamos incurriendo en el insulto y la procacidad.
Servidor no es ni monárquico ni republicano ni gaitas. Pero siempre y desde pequeño mis padres y en el colegio me inculcaron unos valores que he procurado observar durante toda mi vida. Y uno de ellos, es el respeto y este señor ha extraviado el respeto hace mucho tiempo, Antes, porque era el presidente de una región y se creía alguien cuando visitaba a las autoridades por encima de su rango portando latas de anchoa y yendo en taxi. Ahora, defenestrado en las urnas porque sigue creyéndose el rey del mambo y acude a tertulias televisivas, la mayor parte de las veces en esas cadenas castaña o al servicio de su amo.
Lo que haya podido hace mal- que sin duda lo ha hecho- D. Juan Carlos I en su vida pública-  porque la privada pertenece a otra esfera- no le da derecho a nadie a insultar, difamar o menospreciar. Y este personaje lo ejerce, sobre todo, cuando le ponen una alcachofa cerca. Espero que la Justicia le ponga en su sitio y esos 50.000 euros que le piden por ejercer así, lo pague y le sirva para cerrar la boca por algún tiempo o que la abra en su momento. Y celebro el detalle del rey emérito de donar si gana ese dinero a Cáritas, unos de las instituciones más seguras donde el dinero sirve para mitigar la vulnerabilidad de muchas personas que sufren estrecheces. Y Revilla sepa, que cuando cruza el Duero no puede venir a soltar chorradas y mítines impropios de un hombre de gobierno durante muchos años, aunque haya sido de Cantabria.