Abilio, el Perdigón
tente nublao
ángel monterrubio
«Cierto es que aquel febrero del 60 vino metido en agua. Agua de la de entonces. Coño, llovió más que cuando enterraron a Zafra»
Abilio, el Perdigón, te mira con un solo ojo, como los pájaros. Tuerce el cuello en un movimiento eléctrico y te mira con el otro. Luego agarra el botellín por el garguero con dos dedos, limpia con un pasón de la palma de la mano la boca del frasco, lo arrima delicadamente a los morros y para adentro de un trago con un movimiento suave de muñeca.
-Cierto es que aquel febrero del 60 vino metido en agua. Agua de la de entonces. Coño, llovió más que cuando enterraron a Zafra. Así que el pantano del Alberche en Cazalegas se puso a reventar –asegura mientras pide otro par de cervezas al camarero que perecea detrás de la barra-. El día 22 de febrero, me acuerdo tan bien porque era el día de mi cumpleaños, el agua salía por las compuertas abiertas y metía una presión en los costados de cojones. Para que me entiendas, empujaba sobre la tierra que refuerza los laterales de la presa. La cosa se puso seria. Vamos, tan seria, que se cagaron por las patas abajo los de la Confederación. El año de antes había reventao la de Ribadelago en Zamora con toda aquella desgracia… Que si bomberos de Toledo y de Talavera, alcaldes, guardias civiles, de Madrid llegó una compañía de soldados de Ingenieros y varias cuadrillas de obreros que pudieron armar de Talavera, Cazalegas y San Román, yo me enganché en una, para ganar unas perras, ya ves, por eso te cuento…
-Como hay Dios que pensaron que abría brecha en el muro. ¡Imagínate la riada! Hasta tal punto que se presentó en carne mortal el Gobernador Civil para ponerse al frente de los trabajos. Decían los alcaldes que obligado por el ministro. Le dieron al tío unas botas katiuskas y andaba el jodío como un pato mareao –remata la risa con otro botellín. No pasó frío ni ná…
-Toda la noche estuvimos trabajando. Montaron unos reflectores muy grandes en los extremos de la presa que daban una luz cojonuda y reforzamos con cemento, vigas de hierro y postes de madera el terreno más castigado por la fuerza del agua. Si machote, allí estuvo currando Abilio, el Perdigón, lo puedes poner en los papeles. Un poco acojonao, la verdad, por si todo aquello se iba a tomar por culo, pero eso no hace falta que lo escribas.