Pocas cosas procuro con más empeño que expresar mi verdad así que confieso que hay palabras, mejor que palabras 'formas de hablar' que me propongo no emplear: alumnas y alumnos, niños y niñas, padres y madres, taxistas y taxistos, periodistas y periodistos. Perdón por la broma tonta. Guasas aparte esta manera de hablar risible que pretenden 'inclusiva' y 'políticamente correcta' es contraria a las lenguas entre ellas el castellano que cuenta con reglas y normas desde hace muchos siglos, el tiempo que tardaron en formarse los idiomas romances modernos – castellano, gallego, francés, italiano, etc.-que no voy a saltarme porque se les haya metido en las narices a ciertos políticos en mi opinión ignorantes y a otros seguidores de esa idiotez que llaman corrección política o lenguaje inclusivo como decía, además se necesita ser muy simple para no entender que este tipo de imposiciones lingüística nunca funcionan. Desde luego es mi opinión cada cual puede hablar como guste. Ejemplos de lo que digo: tras la Revolución Francesa de 1789 decidieron nombrar a los meses de manera distinta y surgieron vendimiario, brumario, frimario y así los doce del año. Si tienen curiosidad lo pueden mirar en Internet. Pero a lo que iba es que por más intentos y voluntad que se ponga hoy nadie se acuerda de aquellos nombres, como estoy seguro va a ocurrir con el falso lenguaje inclusivo, tan falso como inútil. No es un capricho aunque podría serlo pero la verdad es que creo que el idioma que es un ente vivo con sus reglas, rechazará estas imposiciones absurdas. Saben que tras la victoria franquista a alguien bastante torpe se le ocurrió prohibir hablar en las lenguas de los territorios que tenían una propia y lo peor, hacer circular la absurda idea de que hablar gallego en Galicia, valenciano en Valencia, catalán en Cataluña etc. era de maleducados, ignorantes y barbaridades por el estilo. Naturalmente con tal prohibición sólo se consiguió la reacción contraria a la deseada y las lenguas autóctonas no sólo no desaparecieron sino que hablar en ellas. se convirtió en un signo de identidad y cultura.
Y en una seña de resistencia a la dictadura. Y más tarde desafortunadamente en piedra arrojadiza y engañoso signo de superioridad, algo tan falso como lo anterior. Caprichos incomprensibles. Echamos las muelas si un historiador nos cuenta que en nuestra ciudad hubo tal o cual monumento magnífico: unas murallas, una capilla del siglo XIV que se derribaron y demás. Edificios importantes como una cárcel de la Santa Hermandad, un arco gótico, una puerta de ciudad y que tanta maravilla ya no existe porque a algún alcalde asnal del siglo XIX o mucho más cercano, se le ocurrió que la ciudad tenía que facilitar el tráfico para lo que había que tumbar monumentos arrasando el patrimonio. Exactamente igual ocurre con el capital lingüístico al que parece que gozan en destruir igual que el artístico y al castellano en general. Sin más.
Así está Talavera y así nuestro idioma.