Permítanme, queridos lectores, que en esta columna, la última del año, me acuerde de aquellos que nunca son protagonistas de la noticia, que no buscan la notoriedad ni figurar en la foto del día. A los que, simplemente, intentan pasar por la vida sin estorbar ni hacer mal a nadie. Los mismos que ayudan por la simple satisfacción de hacer el bien a sus semejantes. Aunque nadie se lo reconozca. Son los buenos, la gente que merece la pena.
Y es que en este 2024 que nos ha deparado guerras, tragedias como la Dana y episodios vergonzosos de corrupción, hay personas que han mantenido sus principios, que han actuado conforme a su conciencia, aunque no sean los valores que imperen en una sociedad tan mediocre y radicalizada como la actual. Estas líneas van por ese compendio de ciudadanos que cree, por ejemplo, que la política es un servicio público, no una profesión para lucrarse de aquellos a quienes debería servir. Dedico esta columna a esas personas que piensan por sí mismas, que mantienen su criterio, sin importarles que los que se atrincheran bajo cualquier sectarismo les insulten con desprecio. Ese conjunto de ciudadanos que no se casa con nadie es el que puede conseguir que este mundo avance. Son los llamados a mantener los valores, en medio de las voces atronadoras que les descalifican por no situarse de su lado.
Mis palabras van también dirigidas a los valientes, a los que se atreven, a quienes osan emprender tareas que se antojan imposibles, pero que les motivan, les impulsan, les llevan a levantarse sobre un mar de lodo, abriéndose paso para continuar. Aunque sea con heridas que dejarán, a veces, profundas cicatrices. Pero siempre libres. ¿Hay algo más hermoso?
Es más fácil alinearse con la mayoría, permanecer en el rebaño, no alzar la voz, asumir la doctrina que impera siguiendo la voluntad de los que mandan. Pero ¡ay! eso no es propio de las personas que mantienen su dignidad y sus principios, pese a todo. Incluso más allá de lo recomendable para esos que presumen de ser políticamente correctos.
Mientras haya personas honestas, humildes, íntegras, que consideren que en la vida se ha de salir adelante gracias al esfuerzo personal, la propia capacidad y el talento, podremos mantener nuestra esperanza en un mundo mejor. Y es que ellos, aunque no lo crean, serán el ejemplo para las generaciones venideras. Ellos que, a buen seguro, quieren pasar desapercibidos, no son conscientes de que, con su actitud, están dando una lección de vida a quienes les tocará regir, en el futuro, este sistema tan deteriorado. Ojalá fueran más los que piden cuentas a quienes incumplen, engañan, desprecian y se saltan las leyes a la torera. Espero que en 2025 aumenten las personas honradas, decentes, solidarias, desinteresadas. Somos unos cuantos los que nunca dejaremos de creer. Y más siendo del Atleti. Por cierto, a ver esa Champion. ¡Feliz Navidad, queridos lectores!