A propósito del Día Mundial del Medio Ambiente, muchas fueron las declaraciones políticas y las actividades, eventos e iniciativas populares que se llevaron a cabo el pasado día 5 de junio. Entre ellas, las organizadas por voluntarios de muchos municipios, bendecidos por el curso de un río, para limpiar la ribera y el cauce de residuos, recogiéndose descomunales cantidades de basura en un solo día.
La ley sobre residuos y suelos contaminados para una economía circular considera residuos domésticos los propios de las actividades domésticas, así como los procedentes de la limpieza de vías públicas, zonas verdes, áreas recreativas y playas. Si confías en las estadísticas, la mayoría nos informa de que los residuos de los hogares no alcanzan el 20% del total- si bien, esto pueda traducirse en millones y millones de toneladas- porque más del 80% provienen de la agricultura, la industria, la construcción y los servicios.
Sin embargo, no he podido averiguar, si en ese porcentaje se incluye lo que tiramos donde no debemos como las latas de bebidas vacías, los programas de mano o las cáscaras de pipas por las gradas de la plaza de toros en la tradicional corrida del Corpus, a pesar de que a la empresa se había esforzado por advertir con llamativos carteles en la entrada de los vomitorios que estaba prohibido. O la basura que tras un día de campo dejamos bien recogida en una bolsita al pie de un árbol que, incívico y desobediente, no lleva al contenedor y termina - por la acción de los animales, el viento y el agua-, desparramada por el terreno y esparcida hasta más allá de donde la vista abarca, llegando hasta los ríos.
Pues bien, más de la mitad de los residuos que se recogen en la limpieza de las riberas son plásticos que, en su gran mayoría, están relacionados con nuestros hábitos de compra y consumo de alimentos. Botellas, envases de polietileno y aluminio para líquidos, tarrinas de lácteos, bandejas termoselladas, vasos, tapas, envoltorios de celofán, bolsas, almohadillas absorbentes de jugos, platos, cubiertos, tapones, láminas de loncheados, cajas, botes, tarros, etc. Son el resultado del avance de la tecnología alimentaria para conservar y presentar los alimentos, ya que impiden el crecimiento microbiológico, reducen la entrada de oxígeno o impiden la salida de grasas, pero, en general, son residuos que se gestionan mal porque es poco rentable su reciclado.
Quizás, por ejemplo, habría que plantearse volver a salir al campo con una suculenta merienda en la que nada sobre y los restos se puedan tirar discretamente al suelo, donde servirán de alimento a algún bicho o se descompondrán incorporándose al suelo. Algo como el exquisito hornazo de Lagartera para San Marcos que está rico cualquier día del año. Una masa de pan candeal rellena de lomo, morcón, chorizo cular, torreznos y huevos cocidos con repulgue de castañuelas que, tras pasar por el horno, se transforma en un prodigioso manjar. Hornazo, sandía de Velada y un botijo de Talavera ¡Qué más!