Existen momentos históricos en que es preciso volver a plantear, desarrollar y defender los grandes conceptos para evitar que su uso incorrecto los vacíe de contenido y los haga carecer de significado. Así ocurre hoy con el humanismo. De hondas raíces en la historia del pensamiento, en nuestros días se ve apropiado y, podría decirse, que expropiado por algunas corrientes políticas, o utilizado dialécticamente por otras, y en muchos casos indefinido, cuando no manipulado.
Si ponemos en internet la palabra "humanismo", en pocos segundos se producen 247.000 entradas. Si ponemos "humanismo cristiano", se producen 67.300 entradas.
Y es que existen diversos humanismos: literario, jurídico, tomista, liberal, marxista, existencialista, metafísico, ateo, cívico, cristiano. Si hubiese que buscar un denominador común a todos ellos sería el de la preocupación por el hombre. Pero en la concepción del hombre nacen las divergencias irreconciliables entre ellos. Y en esta concepción del hombre, el humanismo cristiano se diferencia de todos los demás.
El cristianismo no es solo un humanismo, es algo más: es una concepción del mundo y de la vida, un depósito de fe, una moral y una Iglesia. Pero al igual que se habla de arte cristiano, de pintura cristiana, de literatura y poesía cristianas, de civilización cristiana, de filosofía cristiana, de moral cristiana, etc., se puede hablar también de humanismo cristiano.
Los enemigos del humanismo cristiano son la Ilustración, el marxismo y la ideología de género, aunque estos dos últimos podrían considerarse un solo enemigo pues los marxistas que se niegan a reconocer la caída del muro de Berlín se han refugiado en la ideología de género.
La Ilustración, especialmente la francesa, consideró el Renacimiento y el Humanismo como el fin de la edad "oscura", esto es, la Edad Media. Lo hizo con intención de atacar al cristianismo predominante en esa edad oscura. Pero no fue así. La preocupación por la cultura greco-latina ya estaba en la Edad Media. En la historia de la Iglesia (siglos V-XIII) destacan nombres como los de, entre otros, S. Benito, Dionisio Areopagita, Romano el Meloda, S. Gregorio Magno, San Columbano, S. Isidoro de Sevilla, S. Máximo, S. Juan Clímaco, S. Beda el Venerable, S. Bonifacio, S. Ambrosio Auperto, S. Germán de Constantinopla, Juan Damasceno, S. Teodoro el Estudita, Juan Escoto Eurígena, S. Cirilo y S. Metodio, S. Odón, S. Pedro Damián, Simeón el Nuevo Teólogo, S. Anselmo, S. Juan Leonardi, S. Pedro el Venerable, S. Bernardo, Hugo y Ricardo de San Víctor, Guillermo de San Thierry, Ruperto de Deutz, Juan de Salisbury, Santo Tomás de Aquino y Pedro Lombardo.
Por otra parte, en estos siglos comienzan a construirse las grandes catedrales góticas, aparecen las Universidades, se descubre la polifonía y la armonía en la música, y se erigen grandes hospitales para atender a peregrinos o necesitados.
Por otra parte, la Ilustración también consideró a los primitivos humanistas italianos como humanistas laicos para contraponerlos a los humanistas cristianos. Pero tampoco es cierto. Si se examina la biografía y la obra de Petrarca, Salutatti, Bruni, Bracciolini, Alberti, Bocaccio, Cusa, Pico, Ficino o Pompanazzi, se comprueba que muchos de ellos fueron funcionarios del Vaticano y alguno secretario de Papas, sin que abandonasen en sus obras la perspectiva religiosa.
Frente al marxismo hay que reafirmar la trascendencia de la persona, la creencia en que la voluntad humana puede influir en el acontecer de la historia frente al determinismo, la convicción de que es posible la moralización del comportamiento político y de que el progreso y el cambio social pueden ser promovidos por sus propios protagonistas.
Frente a la ideología de género, la estrategia consiste en no aceptar la manipulación del lenguaje (ej. "nuevos modelos de familia"), mantenerse en las propias convicciones, promover la ejemplaridad pública y la presencia de cristianos en la vida pública y afirmar la esperanza.
Frente a las 67.300 entradas que nos ofrece internet, me propongo en sucesivos artículos reducirlas a diez, formulado un decálogo. En el próximo artículo me referiré a la persona.v