Aunque hayamos finalizado las fiestas de Navidad, como 'hasta San Antón, Pascuas son', yo, como el tonto con la linde, sigo con el tema navideño. O mejor aún, con esa expresión artística tan entrañable que es la de los belenes. Pero no les voy a hablar de un belén cualquiera, sino de uno que no sólo es de los más bellos de España, sino que marca una tradición belenista muy particular, diferente de la que, por las fechas en que se realizó, se estaba introduciendo en nuestro país de la mano de Carlos III. Me refiero al belén de Salzillo, una obra maestra, llena de delicadeza, preciosismo en sus detalles y hondo sentido artístico y espiritual.
Habitualmente se puede contemplar en ese impactante espacio museístico que es el Museo Salzillo de Murcia, aunque estas Navidades se ha expuesto, con un montaje que lo destacaba más aún, en el Ayuntamiento de la ciudad. Encargado por el noble murciano Jesualdo Riquelme en 1776, cuenta con quinientas cincuenta y seis figuras, que reflejan la vida de la sociedad de su tiempo, todo un universo popular en el que, junto a la original representación del nacimiento de Jesús, sostenido por ángeles mientras María y José le contemplan, aparecen personajes típicos de toda índole, desde vendedores ambulantes a gañanes, pasando por músicos callejeros, campesinos, cazadores o pastores. La representación de los diferentes pasajes evangélicos, a partir de la Anunciación, con una Visitación en la que José saluda cordialmente a Zacarías o la huída a Egipto, donde un encantador angelito guía al burro sobre el que va la Virgen protegiendo a su hijo, se intercalan con escenas de gran viveza, incluso con detalles simpáticos o enternecedores, como la madre que muerde el brazo del soldado que trata de cumplir las órdenes de Herodes, en la matanza de los Inocentes. Especialmente elegantes son los pajes de los magos, que recuerdan el refinamiento rococó de las cortes europeas del momento. Realismo en los mínimos detalles, desde los animales a las vestimentas. Toda una obra maestra que invita a la contemplación y al deleite estético.
Un deleite que se completa con la visita al resto del museo, con los diferentes pasos de Semana Santa, la 'Pasión según Salzillo', que eleva a las máximas cotas artísticas las escenas de la Pascua de Jesús.
Por cierto, si viajan a Murcia no dejen de visitar las labores de restauración del maravilloso retablo barroco en piedra que es la fachada de la catedral, una experiencia única que a través del programa cultural 'Los secretos de la fachada', permite observar de cerca, accediendo por los propios andamios hasta la cornisa que remata el imafronte, todos los detalles de la misma, a la vez que seguir el extraordinario proceso restaurador que se está realizando.
¡Ah!, en Toledo tenemos un salzillo bastante desconocido, el bellísimo San José de la parroquia de San Nicolás de Bari. ¿Lo sabían?