En el Casco histórico de Toledo tenemos tres colegios, un instituto, una Universidad, una Escuela Oficial de Idiomas y un Conservatorio de música. Disponemos de un centro de salud y seis farmacias.
Dentro de la muralla tenemos un revitalizado Mercado de abastos y varios comercios de productos frescos. Podemos comprar en dos ferreterías y en varias tiendas de ropa. Si usted tiene pelo, puede acudir a una de las ocho peluquerías del Casco y, si lo necesita, puede sacar efectivo de once cajeros automáticos.
Hay una piscina cubierta, aunque vendría bien un gimnasio, y hay cinco parques infantiles.
Se pueden hacer gestiones administrativas y a nuestras casas llegan los repartidores.
De las veinticinco líneas del katanga, diecisiete conectan el Casco con el resto de Toledo.
Podríamos haber tenido una residencia para nuestros mayores en el Hospitalito del Rey, pero quienes decían que querían hacerla, cuando pudieron hacerla, se negaron a hacerla.
Podría haber más servicios, seguro que sí, pero en el Casco hay suficientes para vivir, no digo con dignidad (qué menos), digo para vivir bien, como en cualquier otro barrio, incluso mejor.
Porque además en el Casco tenemos la oferta cultural de la ciudad. Representaciones en el Teatro Rojas, cineclub, conciertos de música, conferencias, exposiciones, presentaciones de libros y la mayor biblioteca de Castilla-La Mancha.
Y la Catedral.
En el Casco también hay una Red de apoyo vecinal que es más útil y funciona mejor que algunos servicios públicos. Dentro de la muralla existe un espíritu de pueblo, de vínculo, de raíz. Y un sentimiento de pertenencia que genera orgullo («Sí, vivo en Toledo, en el Casco»).
Pero ¿sabe usted qué es lo mejor de vivir en el Casco? Que cuando estás en casa y te apetece pasear por las calles del Casco, no tienes que subir al Casco, ya estás en el Casco.