Su nombre evoca un destino ya olvidado, una función que desapareció para dejar sus semiderruidas edificaciones, situadas en las orillas del Tajo -una interesante muestra de arquitectura industrial que nos recuerda un pasado no tan lejano, en el que la industria de Toledo estuvo vinculada a la producción de la Fábrica de Armas- en abandono y desuso. Uno de los parajes más hermosos y descuidados de nuestra ciudad. El parque de Polvorines.
Reconozco que es uno de mis lugares preferidos para pasear. Estos días, con una primavera anticipada, se ha cubierto del verde intenso del hinojo que brota impetuoso, mientras los almendros, revestidos del blanco manto de sus flores, cumplen su función de centinelas que alertan de la llegada de la nueva estación. Desde las zonas más elevadas, las vistas de la vieja urbe son maravillosas, en especial a la caída de la tarde, cuando el sol estalla contra los muros de San Juan de los Reyes y hace deslumbrar el abigarrado entramado de la ciudad conventual. Y el paseo junto al Tajo, entre la umbría de los árboles que se entrelazan, mientras el rumor del río resuena con ritmo melodioso, rememora la presencia de ninfas que cantara Garcilaso.
Pero esta imagen bucólica contrasta con la triste realidad. El parque yace sumido, desde hace bastantes años, en un negligente e inexplicable abandono, con un mobiliario urbano vandalizado –dudo mucho que el viento haya podido mover las losas de granito de los bancos- del que han desaparecido, desde que se robaran allá por el 2011, las farolas y el cableado, quedando como testigos mudos los agujeros. Los caminos, invadidos por hierba y maleza, se mantienen transitables sólo en algunos casos, mientras que los olivos, azotados por Filomena y por la incuria humana, tratan de resucitar dejando los troncos secos al aire. Una airosa fila de cipreses llena de nostálgica melancolía uno de los paseos, mientas que la pasarela de madera cerca del Tajo, cubierta en gran parte por hojas caídas, advierte que alguna de sus tablas aguarda impaciente la pierna de cualquier descuidado paseante para fagocitarla.
Toledo no tiene suerte con sus parques y jardines, y sólo basta asomarse al de Merchán. La plantación de árboles se ha hecho, en la mayor parte de los casos, con especies foráneas, que aguantan mal el clima extremo de la ciudad. Y la conservación y cuidado ha sido en muchas ocasiones bastante deficiente, arboricidios incluidos. Aunque también los ciudadanos tenemos bastante responsabilidad, arrojando suciedad, arrancando flores o plantas, o no siendo conscientes de que el patrimonio cultural de la ciudad incluye también los jardines y parques, así como el paisaje natural y su entorno.
Por ello hay que felicitarse por la reciente jornada de reforestación del parque de Polvorines y el esperanzador anuncio del Ayuntamiento de que se recuperará este espacio.
Espero que pronto los toledanos podamos disfrutar de toda la belleza que alberga esta ribera del Tajo.