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Los padres de la guardería de Santa Bárbara saben que el tiempo corre en su contra, y tienen prisa. Si, como anunció la parroquia el pasado lunes, la guardería no abre sus puertas el 2 de septiembre, entienden que es muy tarde para buscar otro centro para sus hijos. Y quieren buscar una solución antes de que llegue agosto y todo se disuelva en el calor del verano. Por el momento, con el párroco de Santa Bárbara ya de vacaciones, es la religiosa responsable de la guardería la que ha comenzado a pedir las reuniones con las administraciones, tal y como se comprometió en la reunión con los progenitores.
El primer cartucho es la Junta de Comunidades. La idea es hablar con los responsables de Educación y que se adelanten la ayudas del curso pasado. Porque los padres tienen noticia de que sí se van a pagar. Si así fuera, y con un esfuerzo económico por su parte, entienden que al menos la guardería podría permanecer abierta un año más, de forma que a ellos les daría tiempo a buscar soluciones.
En cualquier caso, y aunque se dieran estas circunstancias, todo está en manos del Arzobispado. Es el Arzobispado quien tomó la decisión del cierre, y quien puede retractarse, con o sin la subvención. Los padres quieren, por lo tanto, una reunión con sus responsables.
Malestar. Los padres afectados no ocultan su malestar por el procedimiento del Arzobispado en este cierre. Por un lado, no ha sentado nada bien que el párroco de Santa Bárbara se haya marchado de vacaciones en plena crisis, y creen que «evidentemente sabía más de la decisión del ecónomo de lo que dijo, y por eso se ha quitado del medio». Entienden que el sacerdote es el máximo responsable de la guardería, y se preguntan por qué se vaya a cerrar unas instalaciones con treinta años. Se cuestionan cómo es posible que, con la demanda que hay de guarderías en la ciudad, y con espacio para noventa plazas, sólo haya noventa reservar para el próximo curso. Algunos llegan a pensar mal, y se preguntan si no tendrá que ver la buena situación urbanística del centro.