Estos días escuchamos con frecuencia una canción que nos habla de la blanca Navidad, lo cual es sorprendente porque por estos lares apenas vemos un copo, y quienes celebran las fiestas navideñas en Australia o en la selva del Amazonas, mucho menos. Es un ejemplo, entre otros, de en lo que hemos convertido la conmemoración del nacimiento de Jesús. Y esto explica por qué, sin ser el Grinch, haya mucha gente que rechaza estas fiestas. Y no les falta razón.
Porque parece que el protagonista es un señor entrado en carnes cuya imagen actual proviene de la campaña comercial del año 1931 de una conocida marca de refrescos; o que lo esencial es consumir sin freno y gastar sin medida; o que hay que ser felices y estar alegres a toda costa. Se nos invita a vivir en un parque de atracciones, lleno de elfos, renos, hadas, un Disneyland empalagoso que comienza cada vez antes. Todo el mundo tiene que sentirse bien forzosamente, estar lleno de buenos deseos de paz y amor.
Pero esto no es Navidad. Es su caricatura. Porque la realidad a veces es dura. Porque hay sufrimiento, muerte y dolor que se hacen especialmente lacerantes cuando se te obliga por decreto social a ser feliz. ¿Cómo celebrar la Navidad si tengo un cáncer, o se me ha muerto un ser querido, o estoy en paro? O desde la soledad, el exilio, la cárcel. Hemos vaciado la Navidad de su genuino sentido, y por eso, más allá de que se reduzcan a unos días para disfrutar los niños, no vemos qué hay que festejar.
Y, sin embargo, es mucho, y trascendente, lo que podemos vivir en estos días. Recordamos el nacimiento de un niño que cambió la Historia. Para el no creyente, una figura que marca un antes y un después en el rumbo de la Humanidad, con un mensaje valioso de fraternidad y solidaridad. Y para el creyente, aquel nacimiento, en un establo hediondo, en medio de la pobreza y entre la gente marginal de su época, es el del Hijo de Dios, que por Amor ha venido a dar la vida y salvar al género humano del pecado y de la muerte. Navidad es Pascua –así la felicitaban nuestros mayores antes de la 'norteamericanización' del 'Merry Christmas'- porque el niño que nace en Belén será el hombre que dará su vida en la cruz. Navidad es el recordatorio de que Dios se hace solidario con el que sufre, con el pobre, con el que no encuentra valor a la vida.
Sólo desde esta clave, la Navidad tiene sentido. Y, desde ahí, se puede vivir la alegría –la auténtica- de la Navidad. Así sí se entienden los cantos, los deseos de paz, los regalos, las luces, el folclore, los adornos. La Fiesta.
Recuperemos el auténtico significado de estos días, descubramos que valen la pena.
Que tengan una feliz Navidad.