Como si de una canción de rock que lleva por título el mismo nombre que esta columna se tratara, podríamos hablar de los inicios ligueros del CD Toledo en Tercera Federación o del resumen del primer partido de esta temporada.
Y es que en 90 minutos pudimos vivir desde las baladas y el buen blues, en escasos momentos de buena posesión y circulación, hasta el punk más duro en la expulsión de Yelco.
Si observas y analizas el crecimiento del club en casi todas sus facetas en los últimos años, si tienes en cuenta los antecedentes, la profesionalización, los cambios y golpes de timón forzosos, por ser causa y efecto de un aprendizaje instigador, es complicado entender qué falla en la parte deportiva para no ser capaces de materializar con victorias lo presumiblemente cada vez mejor planeado.
Pero nos guste o no, esto es el fútbol, fútbol que es capaz de volverse aún más puro en su caótica e ininteligible definición cuanto más cerca estás de ese periodo de pretemporada que me niego a aceptar que se acaba la semana previa a la jornada 1. Por muchas sesiones y semanas que se lleve trabajando.
Puede parecer sencillo para cualquiera entender que, si traes un gran entrenador y jugadores contrastados, además con un pasado en categoría superior para inequívocamente ser capaces de mejorar el futuro de un pasado muy presente, lo normal es que todo sea ganar, ganar y ganar.
Pero ya hemos dicho muchas veces que esto es el éxito y la atracción del fútbol. Casi nunca pasa lo que crees que va a pasar, y, mucho menos, como pensabas que iba a suceder.
Un arranque dubitativo, estando espesos, con alternancia de dominio, llegadas y ocasiones, inseguros en las acciones a balón parado, a favor y en contra, con dudas y descoordinación, intensidad latente a fogonazos, falta de control y dominio del juego y tantas y tantas circunstancias buenas, malas y regulares, consecuencia normal e inequívoca de que esto solo acaba de empezar y queda mucho trabajo y un largo camino por recorrer.
Camino que todos queremos que sea lo más efectivo y lo menos ininteligible posible, donde los chispazos o destellos que levantaron al público del Salto del Caballo el pasado domingo se conviertan en azotes de frescura que sirvan al equipo cada domingo de guía para afianzar un proyecto competitivo, ganador y que logre, de una vez por todas, su objetivo a final de temporada.