Hace unos días en plena temporada de recuperación personal mi amigo Eusebio me propuso una visita al Prado, el popular jardín talaverano. Acepté para ver las últimas obras y mejoras en el jardín. El Prado, siempre orgulloso placer de los talaveranos. Tal cosa no hay quien nos la quite, lo escribo yo, nacido hace ya bastantes años en el actual número trece de la calle llamada Paseo del Prado. De Talavera naturalmente. Me gustó la propuesta del paseo después de una mala época con la salud y tal. Lo cierto es que además del encanto que un paseo a los jardines talaveranos tiene por lo evocador y sencillamente apetitoso, el Ayuntamiento acaba de realizar unas mejoras que me apetecía comprobar así que acompañado por mi amigo me dispuse a comprobar de primera mano lo que suponía importantes cambios, mejoras y retoques que según pensaba se deberían haber incorporado a la par que reformado al recinto del Prado.
Por el camino que lleva al Prado desde mi domicilio, llegamos a la misma Ermita. Mentiría si escribiera que me gustó mucho lo visto; desde luego y para no cargarme el espíritu de la visita a los jardines antes de tiempo, me convencí que lo visto en el exterior, en esas imágenes primitivas del frontal, no era más que un montaje provisional. Dado que estoy convencido y quise persuadirme que en el momento presente todo en el Prado es transitorio, a pesar del desasosiego que me causaron esas estructuras de madera de azul y los listones igualmente de madera que se sobreponen a todo el frente cerámico. Aún estoy en la misma idea: En todo caso me repetí a mí mismo que la Ermita es un edificio dependiente del Ayuntamiento y con esta idea llegué también a la conclusión de que el Concejo talaverano nunca podría ni querría perjudicar ni mucho menos degradar un elemento tan capital para la ciudad. En este momento confieso que pienso igual. Creo a ciencia cierta que no hay ningún elemento dentro del concejo talaverano que juzgue necesaria o sencillamente precisa la degradación de la Ermita. Es imposible ser talaverano o representar a los talaveranos con una idea semejante. Como es natural y obligado llegamos al kiosco de la música pasando por el estanque de los patos, donde me sorprendió la falta de la fuente situada en el centro del mismo, que debe estar reparándose o renovándose, aunque no doy a la fuente como víctima de ninguna estrambótica renovación del estanque de los entrañables patos. Enfrente, algunas madres sacaban a sus niñitos del kiosco de la música que no debiera ser objeto de tales juegos. Esas mamás tendrían que estar más puestas y enseñar a sus niños lo que pueden o no hacer en espacios y lugares que no son de su propiedad exclusiva y sí de todo el mundo.
Sería muy buen camino para que esos chavales se situaran mejor en la sociedad en el futuro y se familiarizaran con el concepto de Educación..