Miguel Ángel Dionisio

El torreón de San Martín

Miguel Ángel Dionisio


Informes vaticanos

25/01/2023

Quienes nos dedicamos a la investigación histórica sabemos que, a pesar de lo que creían los griegos, la historia nunca se repite. Pero, a veces, se parece mucho. Estos días ando enfrascado en la consulta de legajos diplomáticos en el Archivo Apostólico Vaticano, llamado Secreto hasta 2019, cuando el papa Francisco decidió cambiar la denominación, entiendo que, entre otras cosas, para superar esa falsa imagen de misterio y ocultamiento que cierta literatura ha ido generando en torno al mismo. En realidad el término Secretum venía a indicar que era el archivo personal, privado, del romano pontífice. Es uno de los archivos más ricos del mundo en documentación, totalmente accesible a los investigadores, y su consulta resulta imprescindible no sólo para conocer la historia de la Iglesia, sino también para reconstruir muchos aspectos de la vida social, política, cultural y económica de numerosos países, como España.
Trabajando sobre el centenario del golpe de Estado de Miguel Primo de Rivera, que ocurrió en septiembre de 1923, me he encontrado una serie de informes que el nuncio Tedeschini envió a la Santa Sede los meses previos a que se produjera. Unos informes que me parecieron de total actualidad, de modo que si alguien no supiera la fecha exacta, podría creer que son del 2023. Algunas cuestiones que recogen, como el del problema de Cataluña, cualquiera diría que se han petrificado. Otras hacen referencia a la creciente desafección que se estaba dando entre la ciudadanía y la clase política, sumida en prácticas corruptas, el triunfo del clientelismo, la ineptitud burocrática, la autocomplacencia y distanciamiento frente a la sociedad. Todo ello terminó generando un clima de rechazo hacia los políticos, sumidos en un desprestigio total, que hizo que cuando Primo se pronunció en Barcelona, pocos lloraran por el hundimiento del sistema y la mayor parte de la sociedad recibiera con alivio, e incluso con esperanza, la llegada del dictador.
Estos informes me han hecho pensar. Porque la sociedad española actual, junto a problemas de mayor o menor entidad, algunos que parecen enquistados e insolubles, en medio de una profunda crisis económica, está viviendo, como la de hace cien años, una progresiva desafección hacia la política y los políticos. Más allá de situaciones coyunturales, aunque sean dramáticas, lo realmente preocupante es que vayamos generando una indiferencia, una desafección general frente a la cosa pública. Ante una clase política en gran medida mediocre, es urgente que la ciudadanía tomemos conciencia de nuestro papel esencial en la vida democrática y que hemos de comprometernos en la verdadera mejora de su calidad. Es necesario que exijamos a nuestros representantes que se preocupen del bien común; que éste, y no el personal ni el partidista, sea lo primero. Nos sobran políticos cortoplacistas y necesitamos de estadistas que piensen en el interés general y vean más allá de las convocatorias electorales.
Porque la historia no se repite –ni siquiera como farsa-. Pero puede parecerse