No sé quien eres. Y a la vista de lo que me has regalado este año, poco me importa tu identidad. Allá tú, con tu conciencia y concepto de la amistad. Por mi parte, y para tu tranquilidad, te doy mi palabra de que no voy a realizar ninguna pesquisa en la oficina para sacarte del anonimato y desvelar tu mal gusto y malicia. Así que puedes vivir en paz otros doce meses, esperando la cruel cita para expresar, en un regalo sin remitente, todos los sentimientos que despierto en ti. Quiero pensar, no obstante, que tu anónimo presente navideño responde a un sentido del humor que no logro alcanzar. Solo así se entendería.
Te imagino rezando durante meses para que en la cesta del 'amigo invisible', te saliera mi papelito. Pienso en tu sonrisa de Joker al desdoblar esa hojita y verme como destinatario de tu mente retorcida. Convencido estoy que levitarías al leer mi nombre, y de tu agradecimiento a los dioses por la fortuna con la que te crees bendecido.
Te visualizo camuflado tras la pantalla del ordenador, maquinando y buscando mi futuro regalo. Quedándote sin comer para aprovechar la soledad de la oficina y así, sin testigos presenciales, navegar por la red en busca del presente con el que martillearme en el futuro.
Camuflado en tu anonimato, seguro que has compartido instantes conmigo en la máquina del café. Y con certeza me habrás preguntado mientras removías protocolariamente la taza de plástico, cómo llevaba lo del amigo invisible. Cómo tu lengua viperina se relamería buscando las gotas del descafeinado laxante, después de haberme lanzado tan irónica y sádica pregunta.
Reconozco que has sido hábil, porque no has dejado ninguna pista y me resulta imposible saber quién eres. Tentado estoy de llevar tu regalo a una oficina de detectives para que las huellas dactilares te delaten. Pero no lo haré. Estoy seguro de que tomaste las medidas oportunas para no dejar memoria en tal nefasto obsequio. No me extrañaría que usaras guantes de látex para envolver el regalo. O peor aún, que te quemaras las yemas de los dedos para borrar cualquier pista. De cualquier cosa serías capaz, a la vista de tu osado regalo.
Cuando pienso en él, compruebo que la perversión no tiene límites. Será muy difícil que el año que viene puedas superar la gesta con la que te has adornado esta Navidad. Tanto si soy yo el agraciado, o lo es otro compañero o compañera a quien aprecies tanto como a mí.
Nunca pensé tener entre mis manos y menos en estas fechas -tan entrañables y cargadas de buenos deseos-, las obras completas de Jorge Javier Vázquez, mi regalo de 'amigo invisible' de este año. Disfruta con la satisfacción de que mis ojos han visto las portadas, pero nada más. No pienso dedicar ni un 'frame del metaverso' a hojear los libros de tan insigne presentador de televisión, productor, actor y quién sabe qué cosas más.
Tú crueldad no ha tenido límites este año, querido o querida 'amigo invisible'. Ahora busco un Montepío.