Ángel Monterrubio

Tente Nublao

Ángel Monterrubio


El profesor Patarroyo

15/01/2025

La semana pasada murió el científico colombiano Manuel Elkin Patarroyo, reconocido mundialmente por sus investigaciones sobre vacunas, considerado el padre de la vacuna contra la malaria al crear la primera vacuna sintética contra la enfermedad y cuyos derechos cedió de manera altruista a la OMS. Contaba en su haber con prestigiosos premios: el Príncipe de Asturias, el Robert Koch, el León Bernard… y fue nominado al Premio Nobel. Conocí al profesor Patarroyo en 2009, en una situación berlanguiana. 
Helipuerto de Málaga, en compañía del periodista Antonio San José, para coger un helicóptero y cruzar el Estrecho. Los dos participábamos en un curso de la UNED de Ceuta organizado por nuestro querido amigo Tomás Fernández. Las maletas las ataron fuera, nos colocamos en los asientos, en primera línea, justo detrás de los pilotos y a continuación otros dos pasajeros. El tema es que despegamos y, después de un rato agradable, la cosa se puso seria en mitad del Estrecho por el viento: el aparato empezó a moverse como un mosquito loco, un mareo del quince, aguantando las ganas de echar la pota, acojonado…
En esas, uno de los de detrás, viendo cómo íbamos, se empezó a cachondear con ironía suave asomando la cabeza un poco por el respaldo:
- ¿No llevaréis miedo? Esto no es nada… - Y patatín y patatán el tío no paraba de dar la turra con retintín. 
-Y si caemos, vamos nadando... - soltó riendo. Ya cansado, giré la cabeza y le solté:
- ¡Anda, vete a tomar por culo! 
El exabrupto causó efecto y, hasta casi llegar y con más estabilidad, no volvió a hablar:
-Oye, perdona, por favor, no quise molestarte… La cara de tu amigo me suena ¿Quién es?
-Es un periodista -contesté de mala gana y más tranquilo.
- ¡Ah!, le conozco. Me ha entrevistado dos veces en la televisión -aseguró.
- Oye, Antonio -le dije- que este "flipao" dice que lo has entrevistado- Antonio se volvió por primera vez en el trayecto y exclamó: 
- ¡Profesor Patarroyo!
El helicóptero aterrizó y, con la cabeza ya en su sitio, le pedí disculpas. Las aceptó entre risas. Nos presentamos. Contó que le entregaban el Premio Convivencia Ciudad Autónoma de Ceuta e invitó al acto de entrega. Asistí y también a la conferencia que impartió al día siguiente. Charlamos en los convites, cambiamos contactos y desde entonces nos hemos preguntado por la vida durante estos años, siempre, eso sí, tirándome puyas a mi miedo de aquel día.