Leo en La Tribuna: «Más de tres mil personas se echaron este domingo a la calle en Yepes con el objetivo de concienciar a la población de la urgencia de salvar su colegiata». Según se explica en el texto, el municipio se ha unido para recaudar, y exigir, fondos con los que reparar el techo de su colegiata, gravemente dañado durante los días de la Filomena, hace ahora ya más de tres años. De momento, llevan recaudados 200.000 euros. Necesitan un millón y medio.
Para los más despistados, la de Yepes no es una iglesia de pueblo más. Es obra de Alonso de Covarrubias, uno de los grandes del Renacimiento español. El mismo arquitecto de la Puerta de Bisagra, el Palacio de Tavera o del Hospital de la Santa Cruz.
Una Colegiata que, según compruebo, fue declarada Bien de Interés Cultural (BIC) en 1992. La Catedral de La Mancha la llaman. La pregunta es obligada: ¿En serio que nadie va a hacer nada?
Mi cabreo el domingo por lo de Yepes se suma al que ya traía el sábado de Barcience. Les pongo en antecedentes: el plan era comer en este pueblo, a pocos kilómetros de Toledo para quien no lo conozca, y ver su castillo, del siglo XV. Y digo era, porque poco castillo queda por ver. Si nadie lo remedia, en no más de diez años se habrá perdido por completo y, con él, todas sus singularidades, como el gigantesco relieve de un león rampante que adorna una de sus torres, emblema de la familia Silva, condes de Cifuentes. Un castillo que, para más inri, se supone que lleva protegido desde 1949. Digo yo que tiempo ha dado para evitar lo que ya es hoy inevitable.
Y como las malas noticias nunca vienen solas, las lluvias de este fin de semana se han llevado por delante el puentecillo que llevaba hasta el arranque del monte donde se encuentra el castillo, dificultando aún más su acceso. ¿Cuánto tiempo van a tardar en arreglarlo? Hagan sus apuestas, yo, de momento, abro la ronda porfiando a que el puente termina el año tal y como está.
Algún lector me dirá, con toda la razón, que la responsabilidad de este abandono está en la titularidad privada de estos edificios, el Arzobispado de Toledo y la familia propietaria del castillo desde principios del siglo XX, respectivamente. Y yo les respondo que sí, pero que también que no.
Me explico: el patrimonio cultural es de todos y, como tal, es responsabilidad pública protegerlo y, llegado el caso, salvarlo. El problema, como en todo, es que el dinero no llega para tapar tantos agujeros. Quizás sea hora ya de ponerle el cascabel al gato a eso de los patrocinios y los mecenazgos, para buscar alternativas de ayuda privada a la protección del patrimonio. Ya sé que la unión de las palabras 'cultura' y 'empresa privada' sigue produciendo urticaria a algunos, y también sé que no es lo ideal un castillo de Barcience patrocinado por el Amazon o el Carrefour de turno, ¿pero es mejor perder este patrimonio para siempre?
Por cierto, que no todo el patrimonio en ruinas está en manos privadas. Revisando ayer la Lista Roja de Hispania Nostra, que marca aquellos bienes en riesgo de desaparición, destrucción o alteración esencial de sus valores, la provincia de Toledo tiene el dudoso honor de tener cerca de 40 monumentos en este ranking. Entre ellos el yacimiento de la Vega Baja, sobre el que me quedan ya pocas esperanzas. Por si no fuera poco el abandono al que se le ha castigado en los últimos 20 años, parece que ahora se le quiere rematar plantando pinos en su interior. Dicen que de buenas intenciones está el infierno lleno o, lo que es lo mismo, ¿nadie se ha dado cuenta del daño que pueden hacer las raíces de estos pinos a los restos arqueológicos? O puede que sea esa la intención. Se verá.