Esther Durán

Serendipias

Esther Durán


Cómplices

28/03/2025

No esperarán un aplauso, ni siquiera un menos mal. Porque la intención ha quedado clara y meridiana durante la última semana de polémica y desde que la bazofia encontró autor y editorial. Los libros, aunque algunos lo parezcan, no son setas. La tropelía se ha fraguado a fuego lento. 
En los últimos días, he leído a varios columnistas preguntarse en qué pensaban los palmeros, como si hubiera sido fruto de un despiste dar espacio a un maltratador y asesino que desde el primer minuto dio cuenta de que es un nato manipulador y un ser abominable, incapaz de querer a sus propios hijos porque tal es su nivel de ineptitud en la vida; un ser tan necio que admiraba a un actor porque en dos de sus películas encarnaba su lamentable y dual personalidad: un desmedido maniático y un psicópata repudiable. Un hombre que odia a las mujeres, sobre todo cuando no permiten ser sometidas a su yugo. 
Sus altavoces, o monos voladores, como tan bien los definía esta semana Raquel Peláez en El País, han usado la literatura como excusa. Qué bochorno, ni moral ni ética profesional, insultar a la literatura usándola como paraguas de su complicidad. Cada una de las librerías que se sumaron al boicot para evitar un maltrato más a Ruth, son la única literatura en este asunto. 
Ruth, que escribió una carta hace poco más de un año titulada Violencia vicaria lamentaba la falta de protocolos cuando una mujer maltratada con hijos inicia una separación porque es muy peligroso. Ella le pidió a su cuñada que por favor vigilara a sus pequeños el día que tuvo que llevarlos con su padre, la última vez que los vio. Los monstruos, y hay muchos más de lo que creemos conocer, viven con y por la suerte de que el resto de humanos, cándidamente, seguimos confiando ciegamente, como fe, en una especie de justicia vital o divina. Esa es su suerte.
Quien fuera jefe de la investigación del caso, el comisario Serafín Castro, ya pronosticó cuál sería la siguiente tropelía del asesino: cualquier día, ahora que el caso está olvidado y no sale en televisión, confesará sus crímenes por el mismo motivo por el que los cometió, hacer daño, de nuevo, por última vez, a Ruth. Y, casi, casi, una vez más, se le permite.