Siempre hemos pensado que la adrenalina nos servía para poner en marcha la reacción de lucha o huida de nuestro sistema nervioso, pero ahora resulta que se ha descubierto que es la osteocalcina la hormona responsable de esta reacción, proporcionándonos la respuesta fisiológica necesaria ante la percepción de daño, de un ataque de miedo o de amenaza a la supervivencia.
Que se lo digan a mi cuñada, que el otro día se quedó encerrada en el cementerio de Albacete en una hora a punto de anochecer, siendo la osteocalcina, la adrenalina o ambas confabuladas en comandita, las que hicieron que súbitamente le aumentara el ritmo cardiaco con el consiguiente bombeo sanguíneo proporcionándole más oxígeno a los músculos, hasta el punto de que pudo saltar la valla del cementerio quien no saltaba desde la época de la comba o las clases de gimnasia. Cosas que pasan, sobre todo si mientras se sube un pie y se baja el otro, el abrigo se te queda enganchado en el forjado de la valla y en unas décimas de segundo uno piensa que el salto de la valla del cementerio representa el triunfo provisional de la vida frente al zarpazo definitivo de la Parca.
El caso es que leo por ahí que la situación de quedarse encerrado en un cementerio es algo más habitual de lo que parece, cuando se les va el santo al cielo a algunas personas que realizaban una visita a sus seres queridos, deciden regresar a casa y se encuentran con las puertas del cementerio cerradas, pese a las indicaciones municipales de los horarios de apertura y cierre, que normalmente no leemos.
'Atrapados en un cementerio' bien podría ser el título de una película de suspense o terror si trasladamos el ejemplo de la huida en el marco de la presencia asfixiante de la muerte real, a la situación existencial del valle de lágrimas que representa hoy la realidad social y política de España, requiriendo todos de una dosis de osteocalcina que nos permita reaccionar para saltar la valla, para afrontar los principales desafíos de la sociedad española en este 2025 recién iniciado.
El cementerio del evidente deterioro del Estado de derecho en España, con la creciente politización y colonización de las instituciones, nuestra altísima tasa de paro, el deterioro del sistema educativo, la desafección de los ciudadanos con sus instituciones, la baja calidad del debate público, la falta de capacidad cívica o la baja natalidad y el envejecimiento de la población. Necesitamos sentir el miedo real, un chute de adrenalina o de osteocalcina para reaccionar y saltar la valla de la situación actual, para mejorar la calidad del espacio público y fortalecer la democracia. Para salir del cementerio.
«¡Desdichado de mí! —respondió Sancho—; si acaso esta aventura fuese de fantasmas, como me lo va pareciendo...»