Tres de abril del año 1944. Toda la noche y todo el día diluviando. No dio tregua en ningún momento. La cortina de agua emborronaba las cebadas ya altas. A eso de media mañana se presentó en El Membrillo un misterioso forastero con un fardel de tabaco picado para vender de estraperlo. Decía que la mercancía era mejor, más barata que la que traían los veratos y encima la daba a catar de balde. Recorrió sigiloso todas las calles y, aunque no tenía pinta de contrabandista, muchos vecinos le compraron picadura.
Entre dos luces, Eufemio, un cabrerillo de catorce años entraba en el pueblo con la cabrada calado hasta los huesos. La camisa no le llegaba al cuerpo y su rostro reflejaba miedo.
-¡Vienen los de la sierra! ¡Vienen los de la sierra!¡Llevan todo el día escondidos en El Torreoncillo! –balbuceó al amo.
-¡Anda muchacho! ¡Si te pego una patá! –respondió aquel incrédulo y desabrido.
Justo en ese mismo momento diez hombres armados con fusiles, escopetas, pistolas y bombas de mano asaltaban la finca del Alamillo en término de El Membrillo. De botín poco más de mil duros, un puñado de municiones y algunos comestibles. En la misma labranza se quedan apostados después del atraco.
Era sábado y los jornaleros bajaban de quincena al pueblo desde todas las fincas de los alrededores para ver a la familia, mudarse y agenciarse víveres. Según iban pasando por el camino les daban el alto y los iban encerrando en la cocinilla del guarda.
-A ver... Uno que sea de confianza para que llame y le abran en El Sotillo! -Como no hubo respuesta señaló al azar.
- ¡Tú! Tira delante con el farol…
La mitad de la partida entra sin dificultad en El Sotillo. Unas morcillas de calabaza, un jamón encentado, una carabina, dos escopetas y mucha ropa. De vuelta al Alamillo, todo lo cargan en tres yeguas y dos mulas americanas.
-Que nadie se mueva, ni de voces, ni avise a la Guardia Civil. Mañana podéis recoger las caballerías en el Risco Ñañas- Avisó el que parecía estar al mando. Cerró la cocinilla, tiró las llaves al pozo del patio, lio y encendió un cigarro con parsimonia apoyado en el brocal y desapareció entre el aguacero llevando del ramal una yegua careta.