Pedro Carreño

La Ínsula

Pedro Carreño


El primero

08/10/2024

Este año quiero ser el primero. Adelantarme a todos en esta ocasión, y no ser uno más. Anhelo ser la primera voz que usted escuche en estos días tan entrañables, cargados de emoción y añoranzas. Deseo que guarde en su alacena de recuerdos, el primer mensaje que recibió este año de cariño y amistad. Pretendo transmitirle, estimado lector, mis más sentidas palabras de felicitación.
Dicho lo anterior, creo adivinar lo que está pensando ahora mismo: «al señor éste que firma la columna se le ha ido un poco la pinza y le ha salido un ramalazo de soberbia y ego que para qué». Si es así, lo entiendo. Sepa que, ante todo, respeto su libertad para opinar sobre lo que quiera. No tema. Un servidor no le denunciará ante la BOS (Brigada Opinión Sincronizada) para que cambie de opinión. Tampoco le delatará ante el CCF (Células Creadoras de Fango) para que se avenga al pensamiento único. No lo hará porque está educado en otros principios que intenta preservar y legar. Pese a todo.
Voy a intentar situar y argumentar el porqué de mi intención de ser este año el primero en enviarle mis sanos deseos. En el pasado agosto -disfrutando de las vacaciones de verano-, ya estuve a punto de proclamar a los cuatro vientos mis felicitaciones. Para usted y para los suyos. Finalmente, y pese a la provocación de algunos anuncios incitando a comprar lotería, logré controlar esos primarios impulsos que, regados con manzanilla en rama, me azuzaban hacia la imprudencia.
Con la vista puesta en el calendario, decidí trasladar mi mensaje a esta semana, previa al día de La Hispanidad. «No peques de impaciente, y aguántate un poco», me dijo una de mis dos caras de Jano. La otra -la más más pícara y canalla-, me repetía insistentemente: «no seas pardillo y hazlo ahora, que si no lo haces lo hará otro antes que tú y te comerá el turrón». En esa lucha fratricida ganó, finalmente, mi perfil más prudente y opté por el control de mis emociones más primitivas y salvajes.
Fue guiado por este criterio, con el que decidí enviarle mi mensaje esta semana tan esperada. Siempre inducido por el anhelo y esperanza de que usted recordara quién fue el primero en tenerlo presente, y desear así lo mejor para estos días de octubre tan evocadores y familiares.
Lo decía en el arranque de esta columna. No me importa que piense usted que, por felicitarle este año el primero, peco de soberbio y ególatra. Lo único que le pido, eso sí, es que no me confunda con ningún líder caribeño y bananero. Hasta ahí podríamos llegar. Ese sátrapa lo hace por otros motivos. Oscuros, siniestros e imperdonables. Menos para la historia y para todo aquel que ame la libertad.
Confieso en estas últimas líneas el argumento que me lleva a sentirme bien conmigo mismo: Dentro de pocas semanas, cuando las calles se llenen de lucecitas, los lineales de los super rebosen de mazapanes y pongan Cortylandia, me va a dar un gustazo enorme haberme adelantado a todas las campañas publicitarias. Ahora, queda obligado a leer la última línea de la columna.
¡Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo, querido lector!

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