Irene Reyes-Noguerol

Irene Reyes-Noguerol

@irenereyesnoguerol

Una de las 25 mejores escritoras jóvenes de habla hispana


Mes de octubre, rescoldito de lumbre

22/10/2024

Viajar como en una cápsula, dejar atrás la ciudad, ver los campos que se suceden sin límite, difuminados olivos y adelfas, verde-rosa, rosa-verde. Ventanas grises de un tren hendidura entre los campos, arroyo de acero bajo una lluvia fina que se estrella sorda contra el vidrio. Un vagón que parece flotar y se mueve apenas, una boca que engulle silenciosa los raíles, y se abre al cielo, con el paladar toca las nubes; traqueteo suave de las vías sobre las que ronronean los vagones, uno tras otro, niños en fila que se apresuran para no llegar tarde, con esa puntualidad extraña, 10:32, 14:57. Horarios que no caben en el reloj y sus múltiplos sencillos, lo exceden con rigor marcial, trastocan la rutina del pasajero acostumbrado a lo fácil, a la redondez de en punto o y media, a la seguridad de los cuartos. Lo obligan a salir de casa abocado a la incertidumbre del camino, llegar demasiado pronto a la estación que acoge y da la bienvenida. En un mundo frenético, de repente alguien que para, llega con sus maletas y no hace más que mirar, como mirábamos de niños, cuando no había prisa. 
Antes. Octubre también, ocho romano. 
Las horas se nos abrían en gajos que podíamos oler y tomar y llevarnos a la boca. El reloj era redondo como un melocotón de otoño. Al morder los segundos nos chorreaba su jugo, nos empapaba de una eternidad que era la hora de la siesta y la telenovela. Tumbados en el sofá, oíamos de fondo un rumor de conversaciones apagadas -mamá nunca ponía el volumen alto-. El soniquete de los créditos finales anunciaba la merienda. 
Despertábamos entonces, los ojos aún tiernos de sueño, y apartábamos las mantas que papá nos había echado por encima. Gestos de amor pequeños, la tele bajita y las cobijas, demostraciones de un afecto cotidiano que sin darnos cuenta nos iban llenando por dentro, calentaban nuestro pecho como ese chocolate a la taza que, a veces, nos traían. 
Merendar era una fiesta, un evento con obligado código de vestimenta, los cuatro en pijama en torno a un bizcocho. Sobre la nuca de mi hermano la luz tímida del mes amarillo, los días cada vez más breves, presagio de un invierno que en el sur nunca llega del todo, un ultimátum permanente, un simulacro de lo que podría ser y no es. 
Luego, la tarde extendida, los deberes, el tiempo que alargaba sus dedos infinitos: juegos en el jardín con los amigos bajo los árboles que se desnudaban despacio, charlas, risas, peleas sobre las hojas caídas, hasta que las farolas se encendían y vuelta a casa.
Nosotros, los de hoy, devoradores compulsivos de minutos y segundos, nos preguntamos dónde quedaron las horas, dónde perdimos esa manera de saborear el tiempo, más ingenuos o más lúcidos que nunca, al compás de los días interminables de la infancia. Todo estaba por descubrir entonces, conquistadores de la luz y del gozo, portadores del estandarte de lo nuevo, a la espera de inventos tan trascendentales como la mesa camilla o la fiesta de Halloween. Momentos que vivíamos con la misma ilusión siempre, hitos en una Historia que no entendía de fechas sino de emociones. Como aquellos atardeceres inmensos, el cielo cerca, rojo y dorado, que sobrecogía y apretaba el pecho, estremecía el corazón que poco a poco se iba abriendo, miraba arriba, henchido de belleza, abarcaba la totalidad del universo, recogidos en lo pequeño de nuestros cuerpos los misterios del mundo. Nosotros, que todo y nada sabíamos, al borde del éxtasis sin necesidad de entender, hechos uno con el paisaje cambiante como una criatura. Como este que se recorta hoy en la ventanilla y no mira nadie, absortos los viajeros en sus móviles. Y una nostalgia sorda, sin frenos, veloz y honda como la violencia contenida de los trenes que pasan sin rozarse. Sobre las vías, la certeza de que nos hemos equivocado y sin embargo. 
Sin embargo, la gloria de este atardecer de antes, dorado y rojo, el sol hundiéndose en las sombras, a la espera de que alguien mire, con los ojos de antes, la belleza de todo lo creado, la gracia de lo que perdimos.?


#TalentosEmergentes

ARCHIVADO EN: Créditos, Halloween