La palabra mecenas bien queda definida en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua: «persona que patrocina las letras o las artes».
Todos los que hemos tenido un libro de estudio sobre la Historia del mundo, sabemos que durante el Renacimiento, los grandes mecenas italianos fueron la clave de un desarrollo artístico fuera de lo común. Los Médicis, al igual que el Papado de aquellos lustros, sirvieron para provocar el renacimiento de la cultura clásica greco-latina, impulsar la ciencia y provocar un movimiento cultural que –ambientado en el Humanismo- hizo de Europa el centro del mundo.
Ahora, en la modernidad, sigue habiendo mecenas –tal vez con menos altruismo y más concepto económico- pero mantenedores del espíritu que ha guiado a un resurgir de ese arte más o menos idealizado, donde cualquier estilo tiene su hueco. Gracias a ellos, mejor llamados coleccionistas, podemos contemplar obras impresionantes que se hubieran perdido o que hubieran quedado en ese baúl del recuerdo que a veces deja dormir la historia.
Pero mi reflexión no va dirigida a esos mecenas del pasado o presente, en función de una ideología de mercado, siempre en pro del beneficio económico personal o familiar, sino que va a los que, altruistamente y por generosidad como ideal, ofrecen sus colecciones al espacio cultural de todos, abierto al progreso. Estas personas, escasas como tal, que dejan en manos de las administraciones e instituciones públicas, su 'tesoro cultural' para el bienestar de los demás, son los que merecen especialmente mi reconocimiento, mi aplauso y mi razón. Y aquí tenemos a uno, el más genuino en su personalismo, Antonio Pérez, nacido en Sigüenza y 'enconquensado' para siempre; el que ha cumplido hace unos días, noventa años y que acuartelado en esa Residencia Sagrado Corazón de Jesús, dependiente de la Diputación Provincial de Cuenca, sigue manteniendo el espíritu que siempre le guió en pro y beneficio de esta ciudad y nosotros, sus gentes, -a pesar de que haya obtenido el reconocimiento municipal y regional-, quizás deberíamos haber respondido con mayor compromiso y él, debería haber estado y estar más arropado por ser el benefactor de todo un esplendido fondo artístico que ha donado para el futuro de todos.