Miguel Ángel Dionisio

El torreón de San Martín

Miguel Ángel Dionisio


La barroca pasión de Toledo

09/04/2025

Con la proximidad de la primera luna llena de primavera, nos acercamos a la celebración de la Semana Santa, la más importante para los cristianos, en la que, tras recordar la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén el Domingo de Ramos, iremos rememorando los diferentes momentos de su Pasión para culminar, en la noche de Pascua, con el anuncio gozoso de su Resurrección. Una semana en la que, junto a la fe y la devoción, se encuentran algunas de las manifestaciones más espléndidas de la cultura española, un patrimonio material e inmaterial realmente excepcional.
Toledo, con una presencia del cristianismo que se remonta al menos al siglo III, ha ido, a lo largo de los siglos, generando, junto a unas celebraciones litúrgicas que destacan por su solemnidad, particularmente en la Catedral Primada, toda una serie de expresiones de religiosidad popular que en los últimos años se han acrecentado y diversificado de un modo extraordinario. Hemos asistido a una auténtica floración de hermandades y cofradías que han recuperado o creado ex novo imágenes, han dado lugar a nuevos cortejos procesionales o han vivificado tradiciones a punto de desaparecer. Una riqueza que sin duda ha beneficiado tanto a nuestro patrimonio religioso como al cultural, aunque a veces generen ciertas polémicas sobre la identidad de nuestra Semana Santa.
Es preciso volver a la historia. Y recordar que la Semana Santa que hemos vivido hasta hace unos pocos años, la que yo conocí de niño y adolescente, era una creación posterior a la guerra civil. Destruidos muchos pasos por el incendio que produjeron los milicianos en la iglesia de la Magdalena, donde se custodiaban; viviendo unos años de austeridad, con el desarrollo de una espiritualidad sobria que enlazaba con la de los autores ascéticos del siglo XVI; sin posibilidades materiales para recuperar las piezas destruidas, se desarrolló una celebración que contrasta con lo que debió ser la anterior vivencia popular, más parecida, posiblemente, a la murciana o andaluza que a la de Castilla Vieja, totalmente barroca, como el Corpus Christi. Basta contemplar las fotografías que se conservan, como la del Cristo de las Aguas acompañado de pajes con librea dieciochesca, o el espectacular paso de la Elevación de la Cruz, con la figura de Moisés con la serpiente de bronce precediendo y anunciando el momento del alzado de Cristo por los sayones –un paso que valdría la pena reconstruir-, para hacerse una idea de lo que debió ser la Semana Santa en la sede de los arzobispos primados.
Necesitamos buenos estudios sobre la Semana Santa toledana, como existen en otras ciudades. Y buenas publicaciones –se echa de menos la espléndida guía editada hasta hace poco- que la difundan. Entretanto, disfrutemos de las novedades, como el paso que estrena el Nazareno de Santiago, que será sacado a costal, o la imagen de María de la Esperanza en su Soledad.
Que tengan una buena Semana Santa.