El año 1991 enfilaba la última quincena cuando Javi García aterrizó en la prensa diaria. En realidad se venía acercando, por vecindario, desde tiempo antes. Ya había respirado el viciado ambiente de aquellas redacciones de fumadores en las que a media tarde el humo enturbiaba la visión, para participar como espectador sorprendido en esa especie de milagro colectivo que es hacer un diario.
Desde entonces, ha bandeado una tras otra la crisis permanente de los medios de comunicación y en pocas etapas ha dejado de tener presencia constante en cabeceras locales, provinciales o regionales, primero con sus tiras y caricaturas y, enseguida, con ilustraciones de formatos diversos. En todas estas facetas ha creado escuela y un estilo propio que permite identificarle sin género de dudas, aunque incurra en la frivolidad de cambiarse el apellido, como hace pocos meses cuando la tira diaria que desde noviembre de 2002 venía publicando en LA TRIBUNA se convertía en provincial y escogía su segundo apellido para empezar a firmar como Javi Salado.
Javi Salado, Javi García o @javikatura constituyen la tarjeta de presentación de un publicista que se formó en una vieja escuela que no le correspondía por edad y que vive con pasión el mundo de las noticias. Empezó muy joven en la publicidad, de la mano del pintor talaverano Enrique Ginestal. No es casualidad que a él se dirigiera, con una mirada a lo alto y la mano sobre el corazón, la última dedicatoria del premio Fernando de Rojas de las Artes y las Letras, que la Asociación de Periodistas de Talavera le entregó en la noche del viernes.
Aprendió mucho de la manera artesanal de trabajar bocetos y artes finales del maestro Ginestal, pero seguramente la mayor lección fue la humanidad entrañable de un enamorado del periodismo. Sorprendía un tanto la complicidad del dúo que formaban aquel veinteañero Javi García con el Ginestal cercano a la jubilación, porque más allá de las distancias vitales, les unía un agudo sentido de la ironía, localizado en las antípodas del humor negro.
La trayectoria como humorista gráfico de Javi García se ha caracterizado precisamente por un humor blanco que huye de la acidez, pero no de la crítica. La capacidad de leer más allá de la literalidad de la información se combina en su caso con una habilidad innata que ha trabajado mucho: la faceta de caricaturista, capaz de sacar una sonrisa al más recalcitrante de sus personajes. Porque políticos, dirigentes sociales y cualquier rostro medianamente conocido no dejan de convertirse en personajes en manos de quien, a base de timidez, ha conseguido que se hable y se difunda su trabajo, mientras el autor lograba pasar casi inadvertido.
La otra característica de sus tiras es la profunda vocación por Talavera. Talaverano, como tantos, por elección, Javi García ocupa un lugar propio en una generación que ha reivindicado desde el compromiso la posición que le corresponde por derecho a la ciudad, desde la capitalidad de toda su extensa comarca. Firme en esas convicciones, incluso en tiempos en los que esa militancia talaverana ha sido mal vista y peor entendida, sin ese componente sería imposible entender el trabajo que ha desarrollado durante los últimos veinte años. Con el humor como herramienta, ha sido y es uno de los agitadores de conciencias más activos de la ciudad que ha elegido para ver crecer a sus dos hijos, Hugo y Claudia.
El viernes por la noche, rodeado de compañeros y amigos Javi pasó un mal rato. Poco acostumbrado a los focos, le desconcertaba el repentino protagonismo. El 'pintamonas', como a él mismo le gusta denominarse, demostraba con ello que la humildad es una virtud propia de los espíritus grandes. Como él mismo.