¡Qué oportunidad! En pocas ocasiones viajes programados con anterioridad puede conseguir tanta relevancia. ¿Cabría imaginar un escenario tan propicio como el actual para la diplomacia internacional española? Ni en los mejores sueños de un ministro de Asuntos Exteriores. Qué tanto protagonismo de Sánchez le siente mal a la derecha española es lo normal dentro de su tradicional aversión a la política internacional ajena. Es que son alérgicos, tío, al protagonismo de España más allá de los Pirineos. Y este caso no iban a perder la oportunidad de enguarrinarlo. Mientras Trump anunciaba, sin criterio y sin control, aranceles para todo el mundo, incluidos los pingüinos de una isla desolada, Sánchez, en nombre de España y de la Unión Europea, se acercaba a Asia buscando otros horizontes menos tóxicos que los norteamericanos. En la España de un gobierno del PSOE debemos estar orgullosos de esa casual coincidencia que representa a España propiciando un comercio global en beneficio de los países, mientras los Estados Unidos de Trump se encierran sobre sí mismos, empobreciendo a sus amigos y aliados.
La dignidad y visión estratégica que escenifica Sánchez ante Europa y ante el mundo, no le gustará a la derecha política y a la otra, porque su listón suele estar situado, no muy alto, al nivel de sus bolsillos. Son más de «besar el culo» al que manda que buscar nuevas alternativas para el futuro de España. Así que frente a la política entendida por la derecha como sumisión y vasallaje, Sánchez apunta hacia Asia en busca de otros mercados para contener los efectos de las agresiones de los norteamericanos. Solo la derecha española puede estar conforme con ese escenario de humillación que plantea Trump. Claro que de casta le viene al galgo. Los antecedentes recientes en los que se mira la derecha contemplan al dictador Franco, sometido al dictador alemán, Hitler. Y la cosa se mantuvo así, hasta que la historia cambió y entonces el vasallaje se giró hacia los Estados Unidos que sacó provecho, ocupando territorios nacionales. ¿O que son las bases norteamericanas, si no ocupación de un territorio que les es ajeno?
Sánchez, España y la Unión buscan nuevas vías de comercio, nuevas vías de inversiones en una de las zonas más dinámicas del mundo. En eso consisten las relaciones internacionales. Solo modorras internas habían impedido que España organizara redes de comercio con los países asiáticos. Eso y la falta de ambición internacional que ha caracterizado tradicionalmente a la derecha que ha preferido no abandonar su zona de confort interior, aunque sea a costa del encogimiento del país. Sánchez rompe ese cerco mezquino autoimpuesto y además lo hace en el momento oportuno. Deslizante, ha dicho Page. ¡Una mierda! Justo, cuando los Estados Unidos de América descubren su verdadero rostro nacionalista y colonialista, España emprende otros vuelos. Históricamente España experimentó en el siglo pasado las humillaciones norteamericanas de Cuba y después Filipinas, que compraron a España, junto con la isla de Guam y Puerto Rico, por veinte, ¡humillantes! millones de dólares. Un regalo llovido del cielo para los norteamericanos, un desastre absoluto de los gobernantes españoles de la época. La imagen de Sánchez estos días en Pekín transciende a la coyuntura miope en la que se atrinchera la derecha. Y trasmite un poderoso recuerdo sobre una parte de nuestra historia que permanece olvidada, cuando no diluida entre un conjunto de narraciones exóticas en las aguas del Pacifico. Sánchez en China significa una apuesta por la dignidad de una potencia media como es España, que debe llevarse bien con todos para prosperar. Es una apuesta clave por un futuro distinto que la derecha quiere ocultar. Lo que no hacen ellos, no existe. Y si lo que hacen les resulta mal – véase la Dana de Valencia o las Residencias de Madrid – la culpa es de otros.