Juan Bravo

BAJO EL VOLCÁN

Juan Bravo


Santorini tiembla

09/02/2025

Dicen que cuando la tierra tiembla, calla hasta el viento y no se oye ni el zumbido de una abeja. Tal es el pavor que despierta. A menudo me he preguntado qué ocurriría si el Vesubio, un día, entrara en erupción sin previo aviso, y empezara a rociar Nápoles con lava, cenizas y gases tóxicos. Es lo que tiene vivir bajo el volcán.
Lo que está ocurriendo en Santorini, esa hermosa isla del archipiélago de las Cíclidas en el mar Egeo, de momento, nos recuerda mucho lo que sucedió en La Palma, pero los vulcanólogos no descartan que pudiera ser bastante peor. Y es que tan bella isla no es, en realidad, sino la caldera del volcán que quedó cuando, hace 3600 años, estalló un supervolcán sobre lo que era la Santorini de entonces, arrasándola casi por completo. 
Nada extraño que los habitantes de la isla, con el terror en el cuerpo, hayan cogido lo estrictamente necesario y, con todo el dolor de su corazón, abandonen la isla con la esperanza de que todo quede en un susto. 
Sin embargo, lo que estos días ocurre en Santorini, no es sino un símil de lo que, a escala global, viene acaeciendo en el mundo. Las sacudidas telúricas tienen su equivalente en el ámbito en que vivimos, en una vasta cantidad de indicios, que no pueden menos de preocuparnos, y máxime cuando constatamos que quienes realmente deberían estarlo más o tanto como nosotros, hacen oídos sordos, sumidos en un negacionismo dañimo, y preocupados únicamente por sus propios intereses.
Hay motivos serios para estar alarmados. Hace más de un siglo que los distintos modelos sociopolíticos que imperan en el mundo se mueven en función de un patriotismo egoísta y megalómano, exento de todo idealismo e incluso de todo vestigio de caridad cristiana.
 Tan sólo una ley, la de la selva, donde el pez grande se come al pequeño, y en el que quien posee la riqueza, ya no se conforma por gozar en masa de los bienes de la tierra, sino que incluso aspira a detentar el poder omnímodo.
Lo estamos viendo en Norteamérica, donde una casta de magnates ha logrado entronizarse apoyándose en el dios dólar. Lo vemos en China y en Rusia, donde sendos sistemas degradados hasta límites inauditos manipulan a millones de seres, conscientes de que el que se mueve no cuenta. Y lo vemos en los gobiernos dirigidos por déspotas y tiranos de todo signo, que, aun declarándose demócratas, son vulgares dictadores que, si pierden unas elecciones, esconden las actas o les pegan fuego, y aquí paz y después gloria.
Decir que la política va de capa caída es poner el dedo en la llaga del mundo actual. Una llaga que supura sin cesar y en la que apenas queda margen para la esperanza. Aquel 'Mundo Feliz' que, con tanto sarcasmo, pinto Huxley, es ya prácticamente una realidad, con su propio eslogan: 'Sálvese quien pueda'.
¿Era ése el mundo sin Dios ni divinidad cualquiera? No lo sé. Lo que nadie puede poner en duda es que nunca, como ahora, fuimos tan deprisa a ninguna parte. Esa inteligencia artificial, de la que todos hablan y que muy pocos son capaces de definir, es otro indicio más de ese rumor que zumba bajo nuestros pies. Pocas veces ha tenido el ser humano que afrontar un futuro tan gris y tan opaco.
Y, sin embargo, se mueve, insistía, tenaz, Galileo.¿Hacia dónde?, pregunto yo. A esa gran cuestión sólo cabe la respuesta que tú puedas aportar.